¿Quién Vive y Quién Muere?
Desvelando la Naturaleza del Ser en las Enseñanzas del Buda
(Charla 1 de 6 de Vaddhaka)
En la primera entrega de su esclarecedora serie de seis charlas titulada "¿Qué pasa cuando morimos?", Vaddhaka nos invita a emprender una profunda exploración sobre la naturaleza de la existencia y la continuidad más allá del umbral de la muerte. Sin embargo, antes de adentrarnos en el misterio de lo que sucede al morir, Vaddhaka nos confronta con una pregunta fundamental: ¿quiénes somos ahora, mientras estamos vivos en este mundo? ¿Existe un "yo" real, una esencia permanente del ser, un alma perdurable? ¿O somos, acaso, una ilusión pasajera?
La respuesta a estas interrogantes, como bien señala Vaddhaka, condiciona inevitablemente nuestra comprensión de lo que acontece tras la muerte. Por ello, el tema central de esta primera charla se centra en la cuestión de "quién vive y quién muere", una indagación que nos transporta al norte de la India de hace dos mil quinientos años, a la época del Buda.
En aquel entonces, el norte de la India era un crisol de diversas corrientes espirituales y creencias. Mientras algunos sostenían que la muerte del cuerpo físico marcaba el final de toda existencia, una creencia ampliamente extendida era la del Samsara, el ciclo interminable de nacimiento, muerte y renacimiento. Este "vagabundeo" de vida en vida, como lo describe Vaddhaka, se caracterizaba por una inherente falta de satisfacción duradera y la omnipresencia del sufrimiento físico y mental. Si bien las acciones en una vida podían influir positivamente en el tipo de renacimiento, nada ofrecía una plenitud y satisfacción permanentes.
Ante esta realidad cíclica de sufrimiento, surgió una pregunta crucial: ¿cómo escapar de este Samsara, cómo alcanzar la liberación? El Buda, basándose en las Cuatro Nobles Verdades, delineó un camino hacia la liberación, el Noble Óctuple Sendero, estructurado en la triple disciplina de la ética, la meditación y la sabiduría. No obstante, en la India de la época del Buda, otras tradiciones ofrecían soluciones alternativas para trascender el Samsara. Entre ellas, destacaban las enseñanzas contenidas en los Upanishads.
Como Vaddhaka anticipa, la diferencia clave entre el enfoque del Buda y el de los Upanishads radica en la naturaleza del ser. Los Upanishads, parte de las antiguas enseñanzas de los Vedas asociadas a los orígenes del hinduismo, eran promovidos por la influyente casta sacerdotal brahmánica. La solución que proponían se articulaba en torno a la existencia de una esencia del ser fija, inmutable e inmortal, idéntica a la esencia inmortal e inmutable del universo. Esta idea se resumía en la frase "Atman es Brahman". Atman representaba la esencia fija e inmortal del individuo, mientras que Brahman simbolizaba la esencia inmortal e inmutable del cosmos. Según esta enseñanza, el Atman, la esencia inmutable e inmortal del ser, transitaba de vida en vida, de renacimiento en renacimiento. La doctrina upanishádica dentro de la religión brahmánica de la India sostenía que la realización o la experiencia directa de la unidad entre Atman y Brahman conducía a la liberación del ciclo interminable de nacimiento y del sufrimiento.
El objetivo del Buda también era escapar de la prisión del Samsara y poner fin al sufrimiento. Sin embargo, la base de su enfoque y solución era radicalmente diferente a la de los sacerdotes brahmánicos. El Buda contradijo directamente la perspectiva upanishádica. Mientras que los Upanishads afirmaban la existencia de una esencia del ser inmutable, fija e inmortal (Atman), el Buda enseñó que nada en nuestra experiencia es permanente. No existe nada que posea una naturaleza propia fija, independiente o separada. Todo en nuestra experiencia surge en dependencia de condiciones que son inherentemente impermanentes y cambiantes. No hay una esencia fija, separada e inmortal de nada, incluyendo al ser humano.
Esta es la enseñanza central del Buda, conocida en sánscrito como Pratītyasamutpāda, o surgimiento codependiente o condicionalidad. En contraposición al Atman de los Upanishads, el Buda enseñó Anatta, la ausencia de un Atman. Dentro del ser humano, no existe una esencia del ser fija y separada. Anatta significa "no-Atman". De hecho, el Buda sostuvo que no se encuentra en nuestra experiencia nada que posea una naturaleza propia fija y separada. Todo surge y cesa de existir en dependencia de condiciones. Todo en nuestra experiencia está sujeto al cambio. Y no solo nos dice que esto es verdad, sino que nos exhorta a comprobarlo por nosotros mismos.
El Buda nos invita a examinar cuidadosamente la experiencia que surge a través de nuestro cuerpo y mente, a través de nuestra constitución psicofísica. En primer lugar, nos pide que observemos atentamente la experiencia sensorial en nuestro cuerpo, siendo conscientes de aquello con lo que entramos en contacto a través de nuestros cinco sentidos corporales: la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato. También nos insta a notar cuidadosamente aquello con lo que contactamos a través de lo que en el budismo se conoce como el sexto sentido: nuestra mente, nuestros pensamientos e imágenes. Al prestar atención, descubrimos que siempre estamos experimentando alguna forma de contacto sensorial a través de nuestro cuerpo o mente.
En segundo lugar, el Buda nos señala algo que podríamos haber pasado por alto: todo aquello con lo que entramos en contacto a través de nuestro complejo cuerpo-mente viene acompañado de una sensación asociada de agrado o desagrado, un "tono afectivo". En tercer lugar, el Buda continúa explicando que, si prestamos atención, veremos cómo damos significado a estos dos aspectos de la experiencia – el contacto sensorial y su tono afectivo asociado – recurriendo a nuestra memoria y recuerdos para categorizar, nombrar o etiquetar la experiencia. Así, damos sentido a la experiencia y, en cuarto lugar, respondemos a ella, ya sea reaccionando habitualmente casi sin reflexión, o con una respuesta más considerada. Y en quinto lugar, el Buda afirma que todo esto se une en un momento de conciencia. Así es como se construye nuestra experiencia.
Estos cinco aspectos de la experiencia comprenden, por así decirlo, un "haz psicofísico", un concepto clave en la enseñanza del Buda sobre el no-yo o Anatta. El Buda argumenta que si buscamos en cada rincón de nuestra experiencia, en cada parte de este haz psicofísico, no encontraremos el Atman, la noción brahmánica del yo inmortal e inmutable. El Buda sostiene que si el Atman, la esencia del ser postulada por los brahmanes, realmente existiera, poseería tres cualidades: no conduciría al sufrimiento, tendría un control completo, no estaría sujeto a los efectos de las condiciones y sería permanente e inmutable.
Sin embargo, al examinar todo lo que surge en nuestra conciencia, todos los diferentes aspectos de este haz psicofísico descrito, no encontramos nada que sea permanente, inmutable, que tenga un control completo, que exista separado de los efectos de otras condiciones, y nada que no sea conducente al sufrimiento. Por el contrario, lo que encontramos, dice el Buda, es que todo en nuestra experiencia es transitoria, sujeta al cambio y al final. Nada en nuestra experiencia existe completamente separado de las condiciones, nada existe por sí mismo. En el budismo, expresamos esto diciendo que todo es insustancial. Y es precisamente porque no comprendemos verdaderamente la impermanencia y la insustancialidad que sufrimos. Cuando nos aferramos a las cosas como si fueran permanentes y existieran separadamente, sin estar sujetas a condiciones cambiantes, experimentamos insatisfacción, frustración y dolor cuando la realidad demuestra lo contrario: que todo es impermanente e insustancial.
Cuando vemos con todo nuestro ser que así son las cosas, nos damos cuenta de que considerar algo como permanente y existente separadamente es un error. Comprendemos que no tiene sentido aferrarse a las cosas como si fueran permanentes y separadas, porque eso solo traerá sufrimiento. Esto no significa que no podamos disfrutar de una experiencia y sentir placer, podemos hacerlo. Pero si deseamos que esa experiencia sea permanente, si queremos aferrarnos a ella, eventualmente nos sentiremos decepcionados e insatisfechos.
El Profesor Paul Williams, reconocido experto en el budismo Mahayana o posterior, expresa muy bien esta enseñanza: "Cuando ves que las cosas son fuentes de infelicidad, están fuera de tu control y son impermanentes, ves que no pueden ser ningún tipo de Atman, que no tienen una naturaleza permanente y separadamente existente. Y con esto las dejas ir, porque aferrarte a ellas, intentar retenerlas, solo puede conducir a la miseria. Al dejar ir todo esto, hay liberación. Porque la fuerza del anhelo y el aferramiento, que conduce al sufrimiento y al renacimiento, ya no existe. Este es el camino hacia la liberación".
Así, la liberación proviene de soltar todo anhelo y aferramiento, de comprender que las cosas no poseen una naturaleza propia separada y permanentemente existente. Y esta comprensión se aplica también a nosotros mismos. Cuando buscamos en nuestra experiencia, no podemos encontrar un yo separado e inmutable. No hay Atman.
Entonces, ¿significa esto que no existimos, que somos una ilusión? No, el haz psicofísico que Vaddhaka describió anteriormente sí existe. Otra forma de expresarlo, sugiere, es decir que una persona existe. Una persona existe, consiste en los cinco aspectos de la experiencia que fluyen a través del tiempo, unidos en un haz psicofísico dinámico. Y este haz dinámico fluye a través del tiempo en dependencia de las condiciones, incluyendo crucialmente nuestras voliciones, nuestras elecciones kármicas y sus consecuencias. Así, en esta vida, continuamente nos estamos haciendo y rehaciendo. Cada uno de nosotros, cada persona, es un haz único y fluido de los cinco aspectos de la experiencia. Hay un cambio constante, pero también una continuidad reconocible. Pero un elemento inmutable, una esencia, el "yo" real, el Atman, no está ahí. El Buda, enfatiza Vaddhaka, no estaba afirmando la absurda idea de que tú, yo y él mismo simplemente no existimos, y que todos estaríamos mejor dándonos cuenta de esto. Las personas existen, pero no son más que las formas prácticas de hablar sobre haces psicofísicos.
Por lo tanto, a la pregunta "¿quién vive?", la respuesta es una persona, o un haz psicofísico único de experiencia con el potencial de evolución y cambio continuo.
Vaddhaka concluye esta primera charla dejando en suspenso la pregunta de "¿quién muere?", prometiendo abordarla en la siguiente sesión. Sin embargo, antes de cerrar, ofrece algunas reflexiones adicionales relevantes para la discusión sobre Atman y Anatta, el yo y el no-yo, recurriendo a las advertencias de Sangharakshita. Sangharakshita nos exhorta a ser cautelosos al afirmar que no hay yo. ¿Por qué? Porque, según explica, la ausencia de yo a veces se interpreta como que realmente no existimos, como si hubiera un vacío donde uno se imagina a sí mismo. De hecho, enfatiza que el punto de esta enseñanza es que no tenemos un yo inmutable. Y añade que, poniéndolo de manera más dinámica y experiencial, podemos decir que para que ocurra un cambio radical, un desarrollo radical, para que una autotrascendencia plenamente consciente sea posible, no puede haber un yo inmutable. Es precisamente porque no tenemos una naturaleza propia fija y separada que la iluminación es posible. Otra forma de expresar esto en la tradición Triratna es decir que no hay un yo fijo y separado. Estamos vacíos de una naturaleza propia fija y separada, y esto es el equivalente, si se quiere, de distinguir entre un yo en el sentido de Atman y una persona, como se ha hecho en esta charla. El yo como Atman no existe. La persona, el ciclo único y siempre cambiante, el haz físico sí existe.
De manera similar, Vaddhaka advierte sobre la afirmación de que el yo es una ilusión. Muchas personas, al escuchar esto, asumen que nada existe una vez que la ilusión se disipa. Sin embargo, Jay Garfield, un erudito budista estadounidense, señala que en el pensamiento indio, decir que algo es ilusorio es decir que existe de una manera pero aparece de otra, no que no haya nada allí. Pone el ejemplo de un espejismo, que realmente existe como un patrón de refracción de la luz, pero aparece como un charco de agua. Algo existe, pero confundimos lo que es. Lo que existe es una persona, pero erróneamente o ilusoriamente la tomamos por un yo. Garfield define el yo como el "yo" que posee mi cuerpo, el "yo" que está detrás y posee mi mente, el agente que actúa sobre el mundo pero existe aparte del mundo, que está libre de la matriz de las condiciones. Garfield sostiene que este concepto del yo es una idea profundamente arraigada, quizás algo que heredamos de nuestro pasado evolutivo. Afirma que es una ilusión universal que aparece en diferentes tradiciones religiosas, comenzando con la psique en la filosofía griega, que se abre camino hacia las tradiciones judeocristiana e islámica. Y también se encuentra en la noción de Atman en el pensamiento indio, aquello que persiste a lo largo de las vidas mientras todo lo demás cambia. En contraste, Garfield afirma que "las personas son parte del mundo, están inmersas en el mundo, encarnadas, son interdependientes y están causalmente condicionadas".
Para resumir brevemente los puntos principales, Vaddhaka reitera que el Buda enseña que si buscamos en nuestra experiencia, no podemos encontrar nada que sea permanente, que esté bajo nuestro control completo y que no sea conducente al sufrimiento. No hay Atman. El Buda enseña Anatta, no Atman. No hay una esencia del ser inmutable y separada que sea inmortal. Estamos vacíos de una naturaleza propia fija y separada. Esto no significa que no existamos o que seamos una ilusión. Existimos como personas, como un haz psicofísico dinámico de diferentes experiencias. Y este haz dinámico fluye a través de la vida en dependencia de las condiciones, incluyendo crucialmente nuestras voliciones, nuestras elecciones kármicas y sus consecuencias. Esto implica que continuamente nos estamos haciendo y rehaciendo en esta vida. Hay un cambio constante, pero también una continuidad reconocible, aunque un elemento inmutable, el "yo" real y la esencia del ser, no están ahí.
Así, a la pregunta de quién vive, la respuesta es un haz psicofísico único de experiencia con el potencial de evolución y cambio continuo. La pregunta de quién muere queda pendiente para la próxima sesión, generando una palpable expectación entre la audiencia.
La sesión concluye con un breve espacio para preguntas, donde se abordan las inquietudes sobre la relación entre el concepto occidental de "alma" y el Atman, la posible persistencia de alguna forma de conciencia o fuerza liberada tras la muerte del iluminado (aunque el Buda no ofreció una respuesta definitiva al respecto), y la aparente contradicción entre la enseñanza del no-yo y la doctrina de la reencarnación (tema que se explorará en detalle en futuras charlas). Vaddhaka enfatiza que la comprensión de la naturaleza del no-yo y la liberación del aferramiento son beneficiosas incluso para aquellos que no creen en el renacimiento.
Finalmente, Vaddhaka propone algunas preguntas para la reflexión y discusión en grupos, invitando a la honestidad y la exploración personal sobre la propia experiencia del "yo" y la posibilidad del cambio. La primera charla de Vaddhaka siembra así las semillas de una profunda investigación sobre la naturaleza de la vida y la muerte, dejando a la audiencia ansiosa por desentrañar el siguiente misterio: ¿quién o qué renace?
Puedes escuchar esta charla en inglés aquí