¿Quien renace?

¿Quién Renace?

Desentrañando la Profunda Paradoja de la Continuidad sin un Ser en el Budismo

(Charla 2 de 6 de Vaddhaka)

En la segunda entrega de su elocuente y perspicaz serie "¿Qué Sucede Cuando Morimos?", Vaddhaka se sumerge en el corazón de una de las doctrinas más complejas y a menudo malinterpretadas del budismo: el renacimiento en ausencia de un yo sustancial y permanente, la enseñanza fundamental del Anatta. Tras una concisa pero crucial recapitulación de los pilares de la charla anterior, donde se estableció la negación budista de un Atman inmutable y la comprensión del individuo como un flujo dinámico de experiencias psicofísicas, Vaddhaka aborda directamente la pregunta que da título a esta sesión: ¿quién o qué experimenta el renacimiento si el "yo" como lo entendemos se disuelve con la muerte del cuerpo físico?

velaEn la sesión precedente, Vaddhaka había desgranado la enseñanza primordial del Buda, enfatizando que una introspección profunda y honesta de nuestra experiencia revela la ausencia de cualquier entidad intrínsecamente permanente, completamente bajo nuestro control y esencialmente libre de la naturaleza del sufrimiento. La doctrina del Anatta, la ausencia de un yo fijo y separado, se erige como un principio distintivo del budismo. Sin embargo, esta negación de un alma trascendente no implica una aniquilación nihilista de la existencia individual. En cambio, Vaddhaka clarificó que cada persona se manifiesta como un complejo y único "haz" de experiencias psicofísicas en constante devenir, un torrente de sensaciones, percepciones, formaciones mentales, conciencia y voliciones que fluyen a través del tiempo, intrínsecamente interdependientes de una vasta red de condiciones, incluyendo de manera crucial nuestras propias intenciones y las consecuencias kármicas de nuestros actos. A lo largo de nuestra vida, nos encontramos en un perpetuo proceso de construcción y reconstrucción de este haz dinámico, experimentando un cambio incesante que, paradójicamente, da lugar a una continuidad reconocible a nivel experiencial. No obstante, en este flujo constante, no subyace ningún elemento inmutable, ninguna esencia fija que podamos identificar como un "yo" real y perdurable. Así, ante la pregunta fundamental de "¿quién vive?", la respuesta budista apunta hacia esta persona, este haz psicofísico de experiencia en incesante transformación. Y cuando confrontamos la inevitable cuestión de "¿quién muere?", la respuesta directa es que, con el cese de las funciones del cuerpo físico, ese haz psicofísico particular llega a su fin, la persona tal como la conocíamos deja de existir.

Es en este punto donde la paradoja del renacimiento se presenta con toda su fuerza. Si no hay un yo sustancial que transmigre de una vida a otra, y la persona individual se disuelve con la muerte, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de renacimiento? ¿Qué aspectos de nuestra existencia persisten más allá del umbral de la muerte? ¿Cuánto de lo que habitualmente consideramos "mí" se manifestará en una existencia futura? De hecho, la pregunta más radical que se plantea es si acaso algo perdura tras la desintegración del cuerpo físico.

Con claridad y precisión, Vaddhaka introduce la respuesta budista a este enigma: lo que continúa hacia futuras existencias son nuestros samskaras, nuestras tendencias kármicas. Estos son los sedimentos de nuestras acciones habituales, las predisposiciones arraigadas en lo más profundo de nuestro ser a través de patrones repetitivos de pensamiento, palabra y obra. Estas energías kármicas, estas improntas invisibles, son las que se trasladan a una nueva vida, donde se entrelazan con un nuevo entramado de factores biológicos (genes), un nuevo cuerpo físico y una constelación única de influencias ambientales, sociales y culturales (nacionalidad, idioma, cultura, educación). De esta intrincada confluencia emerge un nuevo ser, una persona diferente, aunque intrínsecamente ligada a la anterior por el hilo causal de sus acciones pasadas.

Para ilustrar esta compleja noción, Vaddhaka recurre a la lúcida analogía del erudito Andrew Olenski, quien subraya la necesidad de aceptar la disolución del "yo" individual con la muerte. Lo que persiste es una continuidad, un lazo causal, pero la existencia venidera será la de otro ser distinto. Olenski enfatiza la sutil distinción budista: el nuevo ser no es ni idéntico ni completamente diferente del anterior. Sin embargo, nuestra tendencia a aferrarnos a la idea de supervivencia nos lleva a menudo a enfatizar la similitud y a pasar por alto la crucial implicación de la diferencia. Olenski reflexiona sobre la función evolutiva del sentido del yo, crucial para la supervivencia de la especie, pero distingue este sentido arraigado de la continuidad causal impersonal que el budismo postula tras la muerte.

Ante esta profunda enseñanza, Vaddhaka explora las posibles reacciones individuales, contrastando las perspectivas de Andrew Olenski y el Profesor Paul Williams. La respuesta de Olenski irradia una profunda apreciación por la riqueza del presente y la oportunidad de contribuir al flujo de la existencia. Para él, la vida actual, con su conciencia inherente y la interconexión con otros seres, es un don precioso en sí mismo. En lugar de aferrarse a la supervivencia individual, Olenski encuentra significado en la participación activa en el ciclo de dar y recibir, donde la calidad de cada momento y la ética de nuestras acciones se convierten en la verdadera herencia que legamos al universo y a los seres futuros. En la siguiente vida, él ya no será "él", pero habrá ofrecido su ser al devenir de otro, una dinámica que se repite en cada instante de la vida presente, donde somos tanto receptores del karma pasado como sembradores del futuro. Esta visión lo impulsa hacia una práctica activa del ideal del bodhisattva, viviendo para el beneficio de todos los seres, con la pregunta crucial de la calidad con la que vivimos el momento presente como guía.

La reacción de Paul Williams, en marcado contraste, revela una profunda crisis existencial al confrontar la doctrina del Anatta y sus implicaciones para la continuidad personal. Su eventual conversión al catolicismo romano en 2002, un evento que conmocionó a la comunidad budista, tuvo como uno de sus pilares fundamentales su profunda reflexión sobre la disolución del yo individual con la muerte. Williams comprendió que, si el budismo era certero, y a menos que alcanzara la iluminación en esta vida (una perspectiva que consideraba improbable), el "Paul Williams" que era no tendría esperanza de continuidad personal en el renacimiento. Esta aparente falta de esperanza lo llevó a encontrar refugio en el cristianismo, que ofrecía la promesa de una valiosa existencia individual y la posibilidad de una perfección trascendente. Vaddhaka, con honestidad, reconoce una parte de sí que aún se aferra al deseo de una continuidad personal, mostrando la profunda resonancia emocional que esta cuestión puede generar incluso en practicantes experimentados.

Vaddhaka reflexiona sobre la crítica que Williams recibió, destacando la perspicaz comprensión de Vishwanathani, quien interpretó la conversión como una reacción humana ante la contemplación del vacío. Sin embargo, se plantea si la reacción de Williams no podría señalar una laguna en su comprensión o práctica del budismo. Esto lleva a la presentación de un revelador estudio de 2018 sobre las actitudes ante la muerte de monásticos tibetanos. Los resultados de esta investigación desafiaron las expectativas iniciales. A pesar de que los monásticos tibetanos demostraron una comprensión intelectual más profunda y consistente de la doctrina del no-yo que otros grupos estudiados, paradójicamente exhibieron un miedo significativamente mayor a la muerte, particularmente al miedo a la autoaniquilación. Los autores del estudio, sorprendidos por este hallazgo, sugirieron que, a pesar de su aceptación ideológica del Anatta, los monásticos retenían un fuerte sentido de continuidad personal dentro de su vida biológica, reforzado por las narrativas budistas tibetanas que a menudo presentan una perspectiva personal continua (como las historias de Marpa y Milarepa). Además, un factor crucial señalado por los investigadores fue que ninguno de los monásticos estudiados eran meditadores a largo plazo. Conjeturaron que una práctica meditativa profunda podría haber generado resultados diferentes.

Vaddhaka ilumina este punto con la esclarecedora historia del monje Heimaka del Canon Pali. En su lecho de muerte, Heimaka enseña a otros monjes sobre la distinción fundamental entre la comprensión intelectual de la ausencia de un yo permanente y la liberación total del "concierto de que yo soy" y el ego. Esta liberación trascendental no se alcanza mediante la mera comprensión teórica, sino a través de una rigurosa y sostenida práctica de atención plena dirigida a la naturaleza impermanente de todos los aspectos de la experiencia, a través de un programa de meditación integral.

La reflexión final de Vaddhaka nos interpela directamente. Incluso aquellos que nos consideramos buenos practicantes budistas debemos ser conscientes de la posibilidad de experimentar un miedo primario a la aniquilación del yo al confrontar la muerte. La historia de Paul Williams y los hallazgos del estudio sobre los monásticos tibetanos sirven como recordatorios de que la comprensión intelectual del Anatta puede no ser suficiente para erradicar las profundas raíces del apego al sentido del yo. Vaddhaka concluye volviendo a las inspiradoras palabras de Andrew Olenski, enfatizando la importancia de la entrega al flujo de la existencia y la primacía de la calidad del momento presente, vivido con la intención de beneficiar a todos los seres. La pregunta crucial que nos deja es: ¿con qué calidad elegimos vivir este instante fugaz?

La sesión concluye con una animada ronda de preguntas que profundizan en las implicaciones del renacimiento sin un yo continuo, la naturaleza de las tendencias kármicas y su transmisión a través de diferentes existencias, y la distinción esencial entre el deseo egocéntrico y la aspiración virtuosa hacia el Dharma. Vaddhaka subraya que la comprensión del Anatta es un proceso continuo y que la aspiración a la mejora personal y al bienestar de los demás es una fuerza positiva que influye en el devenir, aunque no a través de la persistencia de una identidad fija. La charla culmina con una reflexión sobre el papel crucial de la práctica meditativa profunda como medio para trascender la comprensión meramente intelectual del no-yo y alcanzar una liberación genuina del miedo y el apego.

Puedes escuchar la segunda charla en inglés aquí