Los antecedentes de metta y el Karaniya metta sutta (en castellano y pali)

corazon

Los Antecedentes del Mettà Sutta 

Los antecedentes históricos que llevaron al Buddha a exponer el Karanìya Mettà Sutta son explicados en el comentario escrito por Àcariya Buddhaghosa, quien había recibido el sutta de una ininterrumpida línea de Ancianos que se remontaba a los días del mismo Buddha.

Se dice que quinientos monjes recibieron instrucciones del Buddha sobre técnicas particulares de meditación convenientes para cada temperamento individual. Entonces, ellos fueron a las estribaciones de los Himalayas y dedicaron los cuatro meses del retiro de las lluvias a vivir una vida de abstinencia e intensiva meditación. En aquellos días, uno o dos meses antes que el retiro de las lluvias comenzara, monjes de todas partes del país se reunirían donde el Buddha se encontrara para recibir instrucciones directas del Supremo Maestro. De este modo, regresarían a sus monasterios, viviendas del bosque o ermitas para realizar una vigorosa tentativa de liberación espiritual. Así fue cómo estos quinientos monjes fueron hasta donde residía el Buddha, el monasterio construido por Anàthapindika en el Bosque de Jeta en Sàvatthì.

Después de recibir instrucciones fueron en busca de un lugar adecuado y, en el curso de su deambular, pronto hallaron una hermosa colina a los pies de los Himalayas. Ésta, de acuerdo con el comentario, “parecía un brillante cristal de cuarzo azul: embellecida con un fresco, tupido y verde bosque y un trecho del suelo cubierto de arena, como una red de perlas o un manto de plata, y provista de un límpido manantial de agua fresca”. Los bhikkhus fueron cautivados por el panorama. Había algunas aldeas cerca, y también un pequeño mercado comunitario ideal como recurso para limosnas. Los bhikkhus pasaron una noche en ese idílico bosque y a la mañana siguiente fueron al mercado por limosnas.

Los habitantes del lugar estaban llenos de alegría de ver a los monjes, ya que pocas veces una comunidad de monjes había ido de retiro a esa parte de los Himalayas. Estos piadosos devotos dieron de comer a los monjes y les suplicaron que se quedaran como sus invitados, prometiendo construir a cada uno de ellos una cabaña cerca del bosque sobre el trecho de arena, de modo que pudieran pasar sus días y sus noches sumergidos en la meditación bajo las antiguas ramas de los majestuosos árboles. Los bhikkhus estuvieron de acuerdo y los devotos del área pronto construyeron pequeñas cabañas al borde del bosque, proporcionando a cada una de ellas una cama de madera, un taburete y recipientes para el agua para beber y asearse.

Después que los monjes se instalaron satisfactoriamente en esas cabañas, cada uno seleccionó un árbol para meditar bajo él día y noche. Ahora, se dice que estos grandes árboles eran habitados por deidades de los árboles, quienes habían construido una mansión celestial usando convenientemente los árboles como base. Estas deidades, por reverencia a los monjes meditantes, se hicieron a un lado con sus familias. La virtud era reverenciada por todos, particularmente por las deidades, y cuando los monjes se sentaron bajo los árboles, las deidades, que eran cabeza de familia, no querían permanecer sobre ellos. Pensaron que los monjes permanecerían sólo por una noche o dos, y con mucho gusto soportaron la molestia. Pero como los días pasaban y los monjes aún seguían ocupando las bases de los árboles, las deidades se preguntaron cuándo se marcharían. Eran como aldeanos desposeídos cuyos hogares habían sido requisados por los oficiales de un visitante de la realeza, y se quedaron vigilando desde lejos con preocupación, preguntándose cuándo los recobrarían.

metta

Estas desposeídas deidades discutieron acerca de la situación y decidieron ahuyentar a los monjes mostrándoles cosas terribles, haciendo ruidos horrorosos y creando un hedor asqueroso. Consecuentemente materializaron todas esas terribles condiciones y afligieron a los monjes. Pronto los monjes se pusieron pálidos y ya no podían concentrarse en sus temas de meditación. Como las deidades continuaban hostigándolos, perdieron hasta su vigilancia básica y sus cerebros parecían sofocarse por las visiones opresivas, el ruido y el hedor. Cuando los monjes se reunieron con el Anciano más antiguo del grupo, cada uno contó sus experiencias. El Anciano sugirió: “Vayamos, hermanos, donde el Bendito y presentémosle nuestro problema. Hay dos tipos de retiro de las lluvias —el primero y el último. Aunque estaremos rompiendo el primer retiro al irnos de este sitio, siempre podemos tomar el último retiro después de reunirnos con el Señor”. Los monjes estuvieron de acuerdo y partieron inmediatamente, incluso sin informar a los devotos.

Por etapas arribaron a Sàvatthì, fueron ante el Bendito, se postraron a sus pies y relataron sus espantosas experiencias, solicitando patéticamente otro lugar. El Buddha, con su poder paranormal, exploró toda la India, pero sin hallar ningún lugar excepto el mismo sitio donde ellos podrían alcanzar la liberación espiritual. Les dijo: “Monjes, ¡regresen al mismo lugar! Es solamente esforzándose allí que podrán destruir las impurezas interiores. ¡No teman! Si quieren liberarse del acoso de las deidades aprendan este sutta. Será tanto un tema de meditación como una fórmula para la protección (paritta)”. Entonces el Maestro recitó el Karanìya Mettà Sutta —el Himno del Amor Universal— que los monjes aprendieron de memoria en presencia del Señor. De este modo, regresaron al mismo lugar.

Mientras los monjes se aproximaban a sus viviendas en el bosque recitando el Mettà Sutta, pensando y meditando en la esencia de su significado, los corazones de las deidades se tornaron tan plenos de cálidos sentimientos de buena voluntad que se materializaron con forma humana y recibieron a los monjes con gran piedad. Tomaron sus cuencos, los condujeron a sus habitaciones, les suministraron agua y alimento y, luego, reasumiendo su forma normal, les invitaron a ocupar las bases de los árboles y a meditar sin ninguna duda o temor.

Además, durante los tres meses de la residencia de las lluvias, las deidades no sólo cuidaron de los monjes en todo sentido, sino que se aseguraron que el lugar estuviera completamente libre de todo ruido. Gozando de perfecto silencio, al final de la estación de las lluvias todos los monjes alcanzaron el pináculo de la perfección espiritual. Cada uno de los quinientos monjes se convirtió en Arahat.

En efecto, tal es el poder intrínseco en el Mettà Sutta. Quien con firme fe recite el sutta, invocando la protección de las deidades y meditando sobre mettà, no sólo se protegerá a sí mismo en todo sentido, sino que también protegerá a todos aquellos a su alrededor, y logrará un progreso espiritual que puede ser verificado verdaderamente. Ningún mal puede sobrevenir a una persona que sigue el camino de mettà.

Extraido de: http://www.librosbudistas.com/descargas/MET-htm.htm

Aquel que busca promover su bienestar,
Habiendo vislumbrado el estado de perfecta paz,
Debe ser hábil, honesto y justo,
Apacible en lenguaje, dócil y sin orgullo.
Karanìyam atthakusalena
Yan tam santam padam abhisamecca
Sakko ujù ca sùjù ca
Suvaco c’assa mudu anatimànì
Contento, ha de ser fácil de sustentar,
Con pocas obligaciones, y de vida simple.
Tranquilos sus sentidos, que sea prudente,
Y respetuoso, sin apego a familias.
Santussako ca subharo ca
Appakicco ca sallahukavutti
Santindriyo ca nipako ca
Appagabbho kulesu ananugiddho
Además, debe refrenarse de toda acción
Que de al sabio razón para reprobarle.
(Entonces, que cultive el pensamiento:)
Puedan todos estar bien y seguros,
¡Que todos los seres sean felices!
Na ca khuddam samàcare kiñci
Yena viññù pare upavadeyyum
Sukhino và khemino hontu
Sabbe sattà bhavantu sukhitattà
Cualquiera de los seres vivientes que existan,
Sin excepción, débiles o fuertes,
Largos, grandes o medianos,
O bajos, diminutos o voluminosos,
Ye keci pànabhùt’ atthi
Tasà và thàvarà và anavasesà
Dìghà và ye mahantà và
Majjhimà rassakànukathùlà
Sean visibles o invisibles,
Aquellos que viven lejos o cerca,
Los nacidos y aquellos que buscan nacimiento.
¡Que todos los seres sean felices!
Ditthà và ye va aditthà
Ye ca dùre vasanti avidùre
Bhùtà và sambhavesì và
Sabbe sattà bhavantu sukhitattà
Que nadie engañe o desprecie
A su semejante en ningún lugar;
Que nadie desee el mal al otro
Por resentimiento o por odio.
Na paro param nikubbetha
Nàtimaññetha katthacinam kañci
Byàrosanà patighasaññà
Nàññamaññassa dukkham iccheyya
Así como con su propia vida
Una madre protege del mal
A su propio hijo, su único hijo,
Desarrolla un corazón ilimitado
Hacia todos los seres.
Màtà yathà niyam puttam
Àyusà ekaputtam anurakkhe
Evampi sabbabhùtesu
Mànasam bhàvaye aparimà

Cultiva una mente de amor ilimitado
A través de todo el universo,
En toda su altura, profundidad y extensión,
Amor que no encuentra obstáculos
Y está más allá del odio o la enemistad.

Mettañ ca sabba-lokasmim
Mànasam bhàvaye aparimànam
Uddham adho ca tiriyañca
Asambàdham averam asapattam
Ya sea parado, caminando, sentado o acostado,
Siempre que estés despierto,
Practica esta vigilancia con todas tus fuerzas:
Éste es considerado el Estado Divino aquí.
Titthañ caram nisinno và
Sayàno và yàvat’assa vigatamiddho
Etam satim adhittheyya
Brahmam etam vihàram idhamàhu
Ya no sosteniendo creencias erróneas,
Con virtud y visión de lo fundamental,
Y habiendo superado todo deseo sensual,
Nunca de un útero uno vuelve a nacer.
Ditthiñca anupagamma sìlavà
Dassanena sampanno
Kàmesu vineyya gedham
Na hi jàtu gabbhaseyyam punar etì’ ti