Viaje al mandala 4ª parte
Bien, estabas sentada bajo un árbol. Poco a poco todas las experiencias vividas comienzan como a disolverse, la respiración se hace más profunda y tranquila, enderezas un poco la espalda, juntas las manos sobre el regazo, cierras los ojos y entras en un contacto mucho más íntimo contigo misma: cada respiración, puedes percibirlo, llega a todas y cada una de las células, refrescando tu cuerpo y también la mente; el pensamiento, antes un tanto precipitado, se calma más y más, por momentos es inexistente, no estás pensado. Te sientes en unidad y armonía, por supuesto dentro de ti misma, pero también experimentas esa unidad con lo demás y los demás. Un sentimiento sutil de empatía con la existencia crece y una suave alegría te ilumina por dentro.
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