La sociedad ideal

11El sueño budista de una sociedad ideal se encuentra en su concepción o visión de Sukhavati, la Tierra Pura de Amitabha —el Buda de la Luz infinita—, como es descrita en los sutras mahayana. Es­ pecialmente en las enseñanzas de las escuelas shin del bu­dismo japonés, vemos que la Tierra Pura, Sukhavati, es un lugar, un mundo o un plano de existencia en donde no exis­ te el dolor ni el sufrimiento; no existe la desdicha, no hay separación, ni aflicción, ni ningún otro tipo posible de pérdi­ da. Es un lugar en el que no existe la vejez ni la enfermedad ni la muerte. Es un lugar de paz perfecta en el que no hay ningún conflicto —guerras, luchas o malentendidos—. ¡Así es de perfecto y feliz!
Estos maravillosos sutras mahayana nos cuentan que la Tierra Pura o Feliz es un lugar en el que no existe la distin­ción entre hombres y mujeres y donde nadie ha de hacer ningún tipo de esfuerzo. La comida y la ropa aparecen cuando se necesitan. En la Tierra Pura nadie tiene que ha­ cer otra cosa que sentarse en su loto dorado, púrpura o azul, a los pies del Buda y simplemente escuchar 22​su exposi­ción del dharma. Además se dice que en la Tierra Pura el clima siempre es perfecto. Éste es el sueño budista, su vi­sión de una sociedad y un mundo ideal.(1)

Cuando Sangharákshita expone las etapas del Noble Sendero Óctuple indica que sus primeras cuatro etapas persiguen la conso­lidación de la Visión Perfecta, una experiencia inicial de visión clara de la naturaleza de la existencia —incluyendo nuestra persona— y a la transformación a través de esa experiencia de nuestra vida emocional, de nuestra comunica­ción con los demás y de nuestra conducta cotidiana. 

En otras palabras, el Sendero Óctuple hasta ese momento ha tenido que ver con la transformación de nuestro ser por se­parado e individualmente. En su quinta etapa, la de la Subsistencia Perfecta, se aborda la transformación de la vida colectiva, de la vida de la comunidad y de la sociedad.

Nuestra existencia colectiva cuenta con tres aspectos principales: el político, el social y el económico. El budismo ofrece enseñanzas que cubren estos tres aspectos.

 

Político

En el aspecto político, el budismo abarca este tema en diferentes suttas, comuni­cando en algunos de éstos el ideal del Dharma-rajá. Dharma significa verdad, justicia y realidad; por otra parte, un rajá es un rey o un gobierno. Por tanto, el ideal del Dharma-rajá representa el ideal de un gobierno a través de la justicia: el ideal según el que, incluso en los asuntos políticos, se debe dar la máxima consideración a los valores éticos y espirituales. Representa la idea de que la política no debería ser simplemente un montón de bandos opuestos o intereses rivales, ni una simple cuestión de mani­pulación, sino que debería intentar contemplar qué principios éticos y espirituales se hallan implícitos para así aplicar­ los a nuestra existencia colectiva.ashoka

En la India el mejor ejemplo de este ideal político lo encontramos en el emperador Ashoka. Fue un gran gobernan­te de la dinastía Maurya que vivió unos doscientos años des­pués del
Buda. Heredó de su padre el reino de Magadha, que consiguió expandir muy rápidamente, sometiendo a casi todos los demás estados del subcontinente. Mediante una serie de campañas militares fueron creciendo los límites de Magadha hasta sobrepasar lo que hoy en día son India y Pakistán. El último estado que le quedaba a Ashoka —ante­rior a su conversión al budismo— era Kalinga, en la costa este, que equivale aproximadamente a lo que en la actuali­dad es el estado de Orissa. Como el propio Ashoka relataba en una de sus crónicas: “Ciento cincuenta mil personas fue­ron capturadas, cien mil fueron asesinadas y muchas veces más el mismo número de personas murieron.”
Tras la destrucción, Ashoka comprendió toda la desdicha causada por la guerra y por sus conquistas. Sus propias pa­labras fueron que se sentía profundamente arrepentido por­ que la
conquista de un pueblo antes libre, implicaba masa­cre, muerte y destierro... y porque incluso aquellos que lo­ graban escapar al desastre sufrían constantemente por la desdicha de todos los amigos, familiares y compañeros que habían caído en el camino.
Así pues, abandonó su carrera de conquistador —quizás sea éste el único ejemplo en toda la historia de la humanidad de un gran conquistador que se de­ tiene a la mitad de su carrera por darse cuenta de toda la perversidad moral implícita en sus anhelos—. Dejó de actuar de ese modo y cambió por completo. En lugar de ser cono­cido como Chandashoka o Ashoka el fiero, pasó a ser lla­mado Dharmasoka o Ashoka el justo; y a partir de aquel día empezó a ser considerado como el padre de su pueblo. No abandonó su carrera política pero proclamó explícitamente su ideal de servicio a quienes tenía que gobernar y el objeti­vo principal de su administración pasó a ser el bienestar de todos. Además proporcionó una gran ayuda al budismo, al enviar misioneros no sólo a diferentes regiones de la India, sino también a Ceilán, Alejandría e incluso Palestina y Gre­cia. Desgraciadamente no todos los gobernantes “budistas” siguieron su ejemplo. Ashoka es seguramente el único mo­delo auténtico en la historia de la India de alguien que inten­tó aplicar la enseñanza budista directamente a la vida políti­ca y por ello merece todo nuestro respeto.

(1) Visión y transformación. Sangharákshita