Ir al refugio: el aspecto altruista

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En la tercera entrega de su serie sobre los aspectos de ir al refugio en las Tres Joyas, Vessantara continuó su exploración entrelazando la vastedad del Océano Pacífico con las profundidades de la práctica budista. Tras evocar la inmensidad del Pacífico en las dos charlas anteriores, esta vez se centró en la dimensión altruista, el corazón compasivo que sustenta y se apoya en la visión profunda.

Vessantara comenzó recordando sus propios viajes transpacíficos, la sensación de inmensidad y la aparente vacuidad del océano desde la perspectiva de un avión. Esta imagen conectó con la historia de los navegantes polinesios, los "buscadores de olas", que con una asombrosa sintonía con la naturaleza eran capaces de cruzar esas mismas distancias sin instrumentos. Esta habilidad sirvió como analogía para el viaje del refugio, la travesía desde la inseguridad hacia la liberación.

ava​La charla anterior se había centrado en la dimensión de la visión (prajña), el camino desde la reflexión hasta la experiencia directa de la realidad. Vessantara advirtió entonces sobre el peligro de identificarse con el "yo que sabe". En esta ocasión, contrastó la simplicidad y la inmediatez de la experiencia directa de los buscadores de olas con la complejidad e inconsistencia del mundo conceptual.

Subrayó que esta serie de charlas busca desvelar los diferentes aspectos de lo que Bhante Sangharákshita considera una experiencia espiritual fundamental, cuyo centro es ir al refugio en las Tres Joyas. Esta semana, la atención se dirigió a la dimensión altruista, el corazón que se preocupa por los demás, una dimensión que apoya y es apoyada por la visión profunda.

Vessantara afirmó que la visión sin altruismo, sin un profundo sentimiento por otros seres vivos, sigue siendo limitada. No es egoísta, pero sí "no-egoísta", sutilmente atrapada en lo que "yo" he visto, sin estar plenamente disponible para la vida. Por otro lado, el altruismo sin visión, sin comprender la verdadera naturaleza de las cosas, también es limitado, asemejándose a una forma de humanitarismo que, aunque valiosa, carece de la clave fundamental para la liberación: el conocimiento directo de la realidad. Sin esta visión, solo se puede ofrecer una comprensión de segunda mano.

En consonancia con el Mahayana, el "camino del gran corazón", que reconoce la naturaleza vacía e insustancial de las cosas, Vessantara insistió en la necesidad de sabiduría y compasión inseparables. Un gran amor y una gran compasión deben estar informados por la comprensión de cómo son realmente las cosas.

El viaje hacia esta gran experiencia comienza de manera sencilla, con la disposición a volverse hacia todos los aspectos de la propia experiencia, incluyendo los difíciles, desagradables e incluso dolorosos. Tanto en la meditación como en la vida cotidiana, esto implica notar el dolor, la tristeza, el aburrimiento, los pensamientos envidiosos, y en lugar de evitarlos con más apego y aversión o embotamiento, volverse hacia la experiencia tal como es, con la mayor cantidad de amor y cuidado posible. Esta actitud amable y comprensiva hacia la propia insatisfacción permite desarrollar empatía por los demás.

Vessantara advirtió que, mientras se bloquea la propia sensación de insatisfacción y sufrimiento, siempre se mantendrá una distancia con el sufrimiento ajeno, viéndolo desde la negación o la lástima. Es crucial reconocer la situación común de estar todos encaminados hacia la enfermedad, la vejez y la muerte, y comprender que todos buscan la felicidad a su manera, construyendo mundos insatisfactorios centrados en el "yo". El verdadero amor y la compasión emergen de la empatía, del reconocimiento de la universalidad del sufrimiento.

A través de un ejemplo de "Guerra y Paz", Vessantara ilustró cómo el sufrimiento compartido puede trascender la enemistad y revelar la humanidad común. Al abrirse al propio sufrimiento y empatizar con los demás, se reconoce que todos están en el mismo barco, un barco que se dirige hacia el desastre. Esta comprensión impulsa a aprender las habilidades de un "buscador de olas del Dharma", asumiendo la responsabilidad de ayudar a dirigir el barco hacia la seguridad y la libertad.

Este movimiento de apertura, de compasión y altruismo, se caracteriza por un simple cambio del "yo" al "nosotros", de lo "mío" a lo "nuestro". Aunque no se trata de olvidarse de uno mismo, sí implica tener en cuenta a los demás, atendiendo sus necesidades junto con las propias. Este cambio puede comenzar de manera sencilla, ayudando a quienes están directamente en contacto, aquellos en el "barco de la vida cotidiana".

Vessantara señaló que el ideal del Bodhisattva habla de rescatar a todos los seres vivos del sufrimiento. En la experiencia directa, las personas con las que se interactúa son lo que se tiene. Por lo tanto, el esfuerzo debe dirigirse a tratarlos bien y ayudarlos en lo posible, practicando esta orientación amable hacia la vida, aprendiendo de los errores y perseverando. La conexión con otros que comparten esta aspiración, a través de la comunidad espiritual y los centros budistas, es fundamental.

A medida que se practica la apertura y la compasión, junto con la investigación profunda de la naturaleza inasible de la vida, algo más profundo emerge. Finalmente, a medida que el proceso avanza y la visión se fortalece, se trasciende el "yo" y el "nosotros", llegando a una conciencia amorosa sin sujeto ni objeto, cuidando de quien y lo que surja. Esto es Bodhichitta, la mente-corazón del despertar, una fuerza de compasión mucho más profunda y poderosa, un amor por la vida que perdura hasta que todo sufrimiento desaparezca.

Vessantara argumentó que Bodhichitta es la única respuesta al poder de la codicia, el odio y la ignorancia que prevalecen en el mundo. Estas fuerzas, arraigadas profundamente en la mente humana, se manifiestan a todas las escalas. Para tener un impacto real en el sufrimiento del mundo, es necesario avanzar hacia esa compasión sin ego, una compasión que ha perdurado durante siglos como un faro de luz.

A continuación, exploró algunos puntos que Bante ha mencionado en relación con Bodhichitta, la unión de sabiduría y compasión. El primero es que Bodhichitta surge de la tensión entre la percepción de la insatisfactoriedad de la vida mundana y el deseo de ayudar a los seres vivos. Esta tensión entre el impulso de retirarse y el movimiento hacia la ayuda da origen a Bodhichitta, lo que implica cultivar tanto el desapego como el compromiso.

Vessantara advirtió sobre los "enemigos cercanos" de estas cualidades, imitaciones que distorsionan la capacidad de ser realmente útil. El enemigo cercano de ver las fallas del Samsara es el aislamiento defensivo, mientras que el enemigo cercano del deseo de ayudar es a menudo una pérdida de uno mismo que conduce al agotamiento.

Ofreció una serie de puntos a tener en cuenta al enfrentarse al sufrimiento del mundo, incluyendo evitar la lástima superficial, la ansiedad paralizante, la culpa por la propia felicidad, el agotamiento por la compasión excesiva y el miedo a que el corazón se rompa. También aconsejó sostener el deseo de que el sufrimiento termine antes de apresurarse a actuar, trabajar dentro de la propia esfera de influencia, empatizar incluso con los perpetradores y confiar la situación a fuerzas más profundas.

Enfatizó la importancia de trabajar tanto a nivel interno como externo, y de practicar metta y karuna incluso cuando la acción externa directa no sea posible. Finalmente, instó a soltar las esperanzas, los miedos y las expectativas sobre los resultados, actuando en el presente con la intención de ser útil, y a confiar en que el futuro se cuidará de sí mismo. Ser parte de una comunidad y tener amigos espirituales es crucial.

Vessantara concluyó retomando la imagen de los navegantes del Pacífico, viéndolos como análogos mundanos del Bodhisattva, el barquero que guía a todos a través del océano del sufrimiento hacia la isla de la libertad. En su imaginación, esta figura en la popa del barco es a menudo Tara, la Bodhisattva de la Compasión, eternamente despierta y hecha de pura conciencia, velando por los viajeros dormidos y guiándolos hacia la seguridad. Tara, explicó, no es una diosa distante, sino una capacidad de nuestra propia mente con la que podemos aprender a contactar e identificar. Al hacerlo, podemos experimentar una energía amorosa que transforma nuestras vidas y nos impulsa a ayudar a todos a despertar y avanzar hacia la libertad completa. Esta profunda conexión con la mente compasiva es lo que se exploraría en la última charla de la serie.

 

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