El Corazón que Trasciende los Muros: Sembrando Calma en la Tormenta
Reflexiones de Dharmakirti acerca de dar clases de meditación en la cárcel de Picassent
Nunca imaginé cruzar las puertas de una cárcel. Al llegar, el gris desolador del edificio parecía un eco de la desesperanza. Pero en las miradas expectantes de quienes aguardaban, vislumbré una humanidad que anhelaba conexión. Al adentrarme en la prisión, atravesando capas de seguridad, sentía el peso invisible del encierro, la densa atmósfera del sufrimiento. Una imagen se grabó en mi mente: "el mundo de la aflicción". Una y otra vez me venía a la mente la imagen de Kshitigarba, una figura arquetípica, un Bodhisatva del Budismo Mahayana (en este link puedes leer más sobre este Buda).
Y entonces, surgió la figura de Kshitigarba, el Bodhisattva de la compasión infinita, cuyo corazón se vuelca hacia los seres atormentados, aquellos que sufren las consecuencias de sus actos. Su voto resuena con una fuerza inaudita: erradicar los infiernos, incluso con una sola mano, aunque tome eones. Imaginar tan solo un instante la vibración de ese corazón haría temblar los cimientos de nuestro egoísmo, derrumbándolo para siempre.
En el aula de meditación, un grupo persevera. A pesar de las nuevas caras, un núcleo constante ha florecido. Su familiaridad con las prácticas y nuestra presencia ha tejido un hilo de apertura, confianza y concentración. Donde antes reinaba la dispersión, ahora brota el silencio respetuoso, el compartir genuino. En medio de la opresión y la agresividad palpable, su valentía al buscar serenidad y conectar con su interior es profundamente inspiradora. Muchos de nosotros, fuera de estos muros y con cargas infinitamente más ligeras, hubiéramos claudicado hace tiempo.
Llegar cada viernes por la tarde a la cárcel de Picassent, bajo el sol abrasador de agosto, para compartir la práctica de la meditación, sigue siendo un acto que desafía mi propia zona de confort. Pero hay una fuerza que me impulsa, una respuesta visceral al dolor que se revela aquí, crudo y sin adornos. Es difícil ser testigo de tal sufrimiento sin desear ofrecer una herramienta de alivio. La meditación, el dDharma, sin duda, lo es.
Y al regresar a Valencia, cada viernes, siento una plenitud inesperada, una alegría que expande mi corazón. El mundo se abre ante mí, lleno de posibilidades, y la queja, la lamentación por mis propias nimiedades, se revela como una pérdida de tiempo vergonzosa. Porque aquí, entre muros y rejas, he visto la fuerza del espíritu humano luchando por florecer en el invierno más oscuro, y ese testimonio silencioso es una lección imborrable, un recordatorio constante de la resiliencia que reside en cada corazón.
Dharmakirti, miembro de la Orden Budista Triratna
Co-autor de libro "Kindfulness" y director de RespiraVida BreathWorks