La tradición cuenta que Sidharta Gautama tras entrar en contacto con la enfermedad, la vejez y la muerte decidió emprender un camino de transformación para poder comprender como superar el sufrimiento. El resultado de dicho camino fue que alcanzó el nirvana, se convirtió en un Buda y encontró un camino para poder liberarse del sufrimiento de la existencia.
Durante más de 45 años el Buda compartió su experiencia y la sabiduría alcanzada con todo aquel que lo deseó. Lo compartió con toda la gente que tuvo interés en escucharle y entre ellos se encontraron reyes y gobernantes.
En estos días que tenemos que elegir a nuestros representantes del gobierno europeo me planteaba qué votaría un ser tan comprometido en el alivio del sufrimiento como era el Buda. En una ocasión un gobernante le preguntó qué era lo mejor que podía ofrecer para poder liberar a su reino de la inmundicia y de los bandidos; la respuesta del Buda fue dar semillas a los agricultores, dar dinero a los comerciantes y pagar a los funcionarios del estado. Esta respuesta, salvando todas las distancias, podría estar plenamente de actualidad en estos momentos de crisis: facilitar la creación de trabajo, favorecer los créditos para que los comerciantes puedan comerciar y pagar de forma adecuada a los funcionarios o favorecer que hayan el número de funcionarios necesarios. Todas estas medidas podrían crear todas una condiciones para que la gente pudiese tener un sustento adecuado y no acabasen en la inmundicia y la pobreza que son caldo de cultivo para la delincuencia.
Si tuviésemos que contestar qué tipo de políticas se deberían aplicar sin duda estas se basaría en los principios de comportamiento ético. El propósito de la ética en el budismo es el de ofrecer un modelo de cómo actuaríamos si estuviéramos constantemente en contacto con lo mejor de nosotros mismos, desde nuestra más profunda comprensión e intuición. Tiene que ver más con la inteligencia y con el estado mental con que se realizan las acciones que con normas de comportamientos externas. Son valores y principios con los que nos comprometemos.
Al igual que las acciones individuales, las políticas pueden ser hábiles o torpes. Una política torpe tiene su raíz en la avaricia o deseo egoísta, en el odio y la aversión y en la confusión mental y se presenta tanto en las acciones como en la comunicación. Una política que esté impregnada por la avaricia y que recorta servicios para los más necesitados será una política torpe. Cuando en política se adoptan medidas basadas en el odio y se retira la asistencia sanitaria a un inmigrante por el hecho de serlo, estaríamos en el mismo caso. Cuando la mentira, la rudeza y la difamación se utilizan como forma de ejercer la política esta se trataría de una política torpe e ignorante.
Sin embargo, serían políticas hábiles aquellas que están basadas en la amabilidad, la claridad, se encuentran libres de avaricia, odio e ignorancia, y están motivadas por la generosidad, por el amor y la comprensión; políticas que se comunican con veracidad, afabilidad y armonía. Estas serían las políticas que votaría el Buda. Sin duda todo un reto para decidir qué políticas votar.
Abril 2016
Dharmacarin Silamani