Cómo llego Padmasámbhava al Tíbet
En toda la región del Himalaya, a Padmasambhava se le conoce como Guru Rimpoche, el “guru enormemente apreciado” y es muy reverenciado, sobre todo entre los nyingmapa, quienes lo consideran como un segundo Buda.
Hacia mediados del siglo VIII, el rey Trisong Detsen invitó al Tíbet al gran sabio Santarakshita, de Nalanda, para que le ayudara a difundir el Dharma. Santarakshita no pudo lograr mucho entre los tibetanos, ya que los demonios locales no paraban de destruir Samye, el monasterio que intentaba construir, de modo que le sugirió al rey invitar a Padmasambhava, el gran maestro tántrico de Urgyen, el único capaz de someter a las poderosas fuerzas animistas que dominaban aquella tierra. Padmasambhava tenía un profundo dominio de las artes de la mente. Sondeó el ambiente y conoció los nombres raíces de las oscuras fuerzas que funcionaban en la psique tibetana. Pronto las controló y las “convirtió” al Dharma para que, desde entonces, se desempeñaran como protectores del Dharma en una tierra donde las enseñanzas habrían de prosperar.
Gran discípula de Padmasámbhava
Una de las principales discípulas de Padmasámbhava fue su consorte, Yeshe Tsogyal, quien antes había sido una esposa del rey Trisong Detsen. Se dice que ella es la autora de un registro sobre la vida de él, conocido como Padmasambhava Tang Yig, “Vida y liberación de Padmasambhava”. (Yeshe Tsogyal, The Life and Liberation of Padmasambhava, traducción de Tarthang Tulku et al., Dharma Publishing, Berkeley 1978).
Vida y liberación de Padmasámbhava (contexto mítico)
En ese texto podemos ver que Padmasámbhava apareció por primera vez en la tierra de Udiyana (que los tibetanos llaman Urgyen), un lugar que hoy se cree que corresponde al Valle de Swat, en Pakistán.
Sin embargo, Udiyana es, asimismo, un reino mítico que existe entre el espacio y el tiempo. En él, el bodhisatva Avalokiteshvara, al ver que Udiyana sufría de hambre y sequía, suplicó la ayuda del buda Amitaba. Éste envió un rayo de luz roja que salió de su lengua y así formó un lago en el que se abrió una flor de loto. Luego, desde su corazón proyectó la sílaba mística hrih, que apareció como un vajra dorado en el centro del loto. El vajra se transformó en un niño como de ocho años de edad, rodeado por un aura de luz con los colores del arco iris. Así fue como apareció Padmasambhava, “el que nació de un loto”. Entonces comenzó a llover y se acabaron la hambruna y la sequía.
El rey de Udiyana adoptó al niño y lo preparó para que lo sucediera en el trono. También arregló para él una boda con una princesa real pero, cansado del mundo, el joven renunció a su hogar y a su reino. Estaba a punto de partir cuando lo acusaron de asesinar a la esposa y al hijo de un ministro, así que se esfumó del reino y llegó al Cementerio de la Alameda Helada, como dice en la Vida y Liberación de Padmasámbhava.
Después de apresurarse para arribar a la tierra de Pañchala,
el príncipe desmontó de su maravilloso corcel
y se sentó en la caverna que resguarda los preceptos de la India.
Tras el ritual de apertura del mandala del Plano de Diamante,
al cabo de siete días de conjurar, alcanzó el estado perfecto.
El huésped de los dioses de la serenidad, como el iridiscente arco del cielo,
levantó un espejo sobrenatural para que se viera el Elegido.
Al ver su cara consiguió el logro supremo y el común
y se convirtió en el Conocimiento del Receptáculo de la Vida,
exento de nacimiento y de muerte.
(Íbid., canto 22, p. 141).
Las dakinis y el despertar de Padmasámbhava
Una vez que alcanzó el despertar, Padmasambhava permaneció en el cementerio durante cinco años, enseñando el Dharma a la multitud de dakinis.
Continúa así el relato en Vida y Liberación de Padmasámbhava:
Hay una infinidad de dakinis por ver.
Algunas de ellas tienen ojos que emiten rayos de sol.
Otras hacen que retumben los truenos y montan en búfalos de agua.
Otras llevan sables y su mirada causa daño.
Otras portan cabezas de muertos, una sobre otra y montan en tigres.
Otras visten con cadáveres y montan sobre leones.
Otras devoran entrañas y montan en garudas.
Otras llevan lanzas flamígeras y montan sobre chacales.
Otras tienen cinco caras y están bañadas en un lago de sangre.
Otras en sus innumerables manos llevan a varias generaciones de seres vivos.
Otras llevan en las manos sus propias cabezas tras habérselas cortado.
Otras llevan en las manos sus propios corazones, tras habérselos arrancado.
Hay otras que se han causado heridas al abrir boquetes en sus cuerpos
para devorar sus propias entrañas e intestinos.
Hay algunas que ocultan y, sin embargo, dejan ver sus órganos sexuales
masculinos o femeninos y montan en caballo, en toro o en elefante.
(Íbid., canto 22, p. 142)
Sin temor ante la faz de la muerte, Padmasámbhava anduvo errante por toda la India, meditando en los campos de cremación y aprendiendo todo cuanto podía sobre filosofía, astrología, curación, poesía y todas las demás artes y ciencias. Dominó pronto el canon budista y fue iniciado en las doctrinas secretas del tantra. Aunque exteriormente aparecía como un monje de cabeza rapada y manto amarillo, de manera interior vivía dentro de luminosos mandalas tántricos conviviendo con dakinis.
El regreso de Padmasámbhava a Udiyana
Un día, por fin, regresó a Udiyana con su consorte, la princesa Mandarava. El rey y sus ministros lo reconocieron y lo condenaron a arder vivo en la hoguera. Durante tres semanas salió humo de aquel lugar pero cuando el rey fue a inspeccionar no encontró una pira ardiendo lentamente sino un enorme lago en el que, sobre una flor de loto gigante, bailaban unidos Padmasambhava y Mandarava. El rey le suplicó a Padmasambhava que le enseñara el Dharma y Padmasambhava permaneció en Udiyana 13 años, antes de retomar su estilo de vida itinerante y asentarse, al fin, en Bodh Gaya. Fue aquí donde recibió la invitación de Trisong Detsen para ayudar a Santarakshita en el Tíbet.
El encuentro de Padmasámbhava con el rey
Cuando Padmasambhava llegó, el rey y su corte salieron para encontrarse con el guru. En la Vida y Liberación de Padmasambhava se describe así:
Padmasambhava, el grandioso de Udiyana, reflexionó:
“No he nacido de un útero. Nací por aparición.
El rey nació de un útero, de modo que, por nacimiento, es mayor mi grandeza.
En este instante la Ley de Udiyana recae sobre su reino.
Este rey de un Tíbet corrupto es grande debido al linaje de su padre
Pero, ¿quienes somos nosotros, él y yo? Su mente está sumergida en la oscuridad,
En tanto que yo me he adiestrado en los cinco reinos del conocimiento,
un buda en una sola vida, exento del nacimiento y de la muerte.
Me invita a venir porque me necesita.
Ya este rey se ha postrado ante mí.
¿Debo corresponder a su postración de la misma manera o no?
Si lo hago, la majestad de la Doctrina se verá menoscabada.
Si no lo hago, él se enfurecerá porque es el rey.
No obstante, por mucha que sea su grandeza, no puedo postrarme ante él”.
Mientras, el rey Trisong Detsen pensaba para sí:
“Soy el soberano que reina sobre todas las negras cabezas del Tíbet.
El bodhisatva abad ya me ha manifestado sus respetos.
El guru también habrá de postrarse ante mí”.
Así que, no muy dispuesto a dejar que se alargara ese primer saludo, permaneció de pie dudando un instante.
Aquí, el guru cantó su grandeza y su nobleza:
“Los budas de los tres tiempos pasaron por la puerta del útero.
De ellos es el conocimiento y el mérito, tres veces acumulado de un modo innumerable pero yo soy el buda Padmasambhava Jungnay que brotó del loto.
Mías son las instrucciones que horadan los elevados conceptos sobre el Dharma.
Poseo los preceptos de las escrituras tántricas.
Explico de manera exhaustiva y clara lo que distingue a todos los vehículos...
“Soy Padmasambhava, el Pequeño.
Mías son las instrucciones del éxtasis de la Doctrina que se despierta del sueño.
Mientras en los tres reinos mueren los seres transitorios
evoco ese yoga glorioso, receptáculo del conocimiento de la vida.
“Soy Padmasambhava, el que no muere.
Mías son las instrucciones para la vida diamantina de la Doctrina.
No dependo de los cuatro elementos externos
ni levanto una morada para el cuerpo interior de carne y sangre.
“Soy Padmasambhava, el que no nace.
Mías son las instrucciones del gran sello de la Doctrina.
Mi cuerpo de diamante jamás decaerá
porque mi mente, ya despierta, es lucidez perenne.
“Soy Padmasambhava, el que no tiene edad.
Mías son las instrucciones del Dharma que apacigua el sufrimiento
de aquéllos cuya vitalidad cede con la enfermedad
y cuya espléndida apariencia ha sido abatida por la circunstancia.
“Soy Padmasambhava, el que no padece de enfermedad.
Mías son las instrucciones de la gran perfección del Dharma.
“Y a ti, rey del Tíbet bárbaro,
rey del país que carece de virtud,
te circundan hombres toscos y ogros,
te fías del hambre que sufren tus siervos
y ni la alegría ni el buen humor son tuyos.
Tus reinas son rakshasi con forma humana,
van envueltas en bellas prendas demoníacas de color púrpura,
el sándalo, la turquesa y el oro las adornan
pero les faltan el corazón y la mente.
Eres un rey, tus pulmones se inflan,
es grande tu poder y tu hígado se siente satisfecho.
Con cetro en mano te levantas altivo
pero yo, señor, no me postraré ante ti
y sin embargo, de acuerdo con los votos que he pronunciado
he llegado al corazón del Tíbet y aquí me quedaré.
Gran rey, testigos, ¿no es verdad que aquí estoy?”.
Así habló, giró las manos y de sus dedos brotó
una llama milagrosa que chamuscó las ropas del rey.
Éste, junto con sus ministros y cortesanos,
sin poder oponer más resistencia,
se inclinaron todos a la vez y se postraron,
como si una guadaña los hubiera segado.
(Íbid., canto 61, pp. 377-383)
Padmasámbhava subyuga a las deidades locales del antiguo Tíbet
Padmasámbhava viajó por todo el Tíbet subyugando a las deidades locales y haciéndoles jurar que protegerían y servirían al Dharma. En el Monasterio de Samye integró a los demonios locales como trabajadores nocturnos y consiguió que el rey de los nagas contribuyera con los costos del monasterio. Así se describe:
Entonces, el guru dijo,
“Aún no hay un juramento que contenga a las mentes de los nagas.
Todos ellos se sublevan con hostilidad e irrumpe aquí la falta de comprensión”.
El rey deploró la insistencia de Padmasambhava en someter a los nagas:
“Apenas se ha construido la mitad del monasterio
y se han consumido ya los recursos reales. ¿Qué podemos hacer?”.
A esto contestó el guru, “Hay una manera.
¡Que el rey Trisong Detsen se alíe con el rey de los nagas!
Yo llevaré a cabo esa unión entre ambos”.
El guru lo condujo hasta la orilla del gran lago de Malgro
y ocultó al rey, los ministros y los súbditos en uno de los dos valles.
Cerca del lago levantó una tienda de seda
y permaneció ahí tres días en meditación.
En la mañana apareció una mujer maravillosa:
“¿Qué ha venido a hacer al lago el guru?”.
“Es menester que el rey de hombres Trisong Detsen
y el rey naga, Nanda, establezcan una alianza.
Aún no está terminado el monasterio del rey.
“¡Es imperioso que los nâgas presten su ayuda!”.
Una vez transmitido el mensaje
apareció una gran serpiente dos días después, por la mañana
y agitó las aguas. Se desbordó oro por todas las orillas del lago.
El soberano animó a sus súbditos y les pidió que lo recogieran.
(Íbid., canto 62, p. 388)
El monasterio de Samye y los primeros siete bhikkhus
Padmasámbhava no destruyó la antigua cultura animista del Tíbet, sino que la transformó al vincularla con una aspiración dhármica hacia la iluminación. Cuando Samye estuvo terminado, en el año 779 de nuestra era, Santarakshita ordenó a los primeros siete bhikkhus tibetanos y estableció una sangha monástica. Entonces, él y Padmasambhava consideraron la idea de emprender la enorme tarea de traducir todo el canon budista, del sánscrito y el chino al tibetano.
Fascinantes secretos de Padmasámbhava
Como vio que la gente aún no estaba lista para algunas de las prácticas y doctrinas que deseaba impartir, Padmasámbhava inscribió varios textos esotéricos en una escritura tersa densamente codificada y los escondió en templos, cuevas y en las hendiduras de las montañas. Entonces predijo que sus discípulos retornarían en vidas futuras para revelar esas enseñanzas “terma” cuando el tiempo fuera propicio. Uno de los más conocidos termas es el Bardo thodol o Libro tibetano de los muertos.
A pesar de algunas oposiciones ocasionales por parte de movimientos reformistas, la tradición nyingma de maestros, nada convencionales y, a veces, tampoco monásticos que se dice que estableció Padmasámbhava, ha florecido en toda la región del Himalaya a lo largo de doce siglos. Sus devotos aún siguen invocando al Grandiosamente Preciado Guru:
Hung.
Al noroeste de la tierra de Urgyen,
sobre el cáliz de una flor de loto,
¡oh, excelso! La perfección más sublime ha sido alcanzada.
Así lo afirma Padmasambhava.
¡Oh, tú que estás rodeado de un séquito de dakinis,
siguiendo tu ejemplo me esforzaré!
¡Ven, por favor, a darme tu bendición!
Padmasámbhava es el fundador de la escuela nyingma del budismo tibetano.
Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.