La tercera escena

Tercera escena, la muerte

muerteUnos días después salieron a dar otro paseo y en esta ocasión vio a cuatro hombres cargando una especie de camilla sobre sus hombros. Sobre ésta se encontraba una persona envuelta en una sábana amarilla con la cara descubierta. Todo le pareció muy peculiar, ya que el cuerpo se encontraba inmóvil por completo y con los ojos cerrados.

En la India es posible encontrar una escena de este tipo cualquier día de la semana. Un funeral indio es muy diferente al occidental. Allí se recuesta al muerto en la mejor habitación de la casa, todos los amigos y parientes de éste van a visitarlo y es común escuchar: "Parece muy feliz y apacible. Pues adiós, mi viejo amigo". Entonces lloran moderadamente y arrojan flores sobre el cadáver. Posteriormente lo ponen en una camilla y cuatro hombres fuertes lo pasean por el pueblo con la cara descubierta. El cadáver transita las calles mientras que algunas personas lo siguen en medio del calor. La gente lo observa y dice: "Mira, es fulano de tal, no sabía que había muerto".

La procesión que presenció Siddhartha era como ésta y exclamó: "¡Qué extraño es eso! ¿Por qué lo llevan cargando de esa manera? ¿Qué hacen?" El cochero respondió como las otras veces: "Pues se trata de un hombre muerto". Tenemos que recordar, claro está, que la muerte era uno de esos asuntos que se le habían ocultado a Siddhartha y que, por lo tanto, estaba desconcertado con lo que escuchaba. Entonces insistió: "¿Muerto, qué quieres decir con eso?" El auriga añadió: "Como puede ver, se encuentra inmóvil, sin vida. Está muerto. Lo llevan a la pira funeral donde quemaran su cuerpo, que es lo que hacen con los nuestros después de la muerte". Siddhartha estaba horrorizado y con la voz entrecortada inquirió: "¿Nos pasará eso a todos? ¿Todo el mundo sufrirá la muerte, como tú la llamas? ¿Acaso moriré yo también?" El cochero suspiró diciendo: "Sí, su padre, su madre, su esposa y su hijo, todos ustedes morirán un día. Todos los que nacen tienen que morir. Han existido millones de hombres y mujeres desde el comienzo del mundo y todos han muerto. Nadie ha podido escapar a la fría mano de la muerte. Es implacable. Es como el rey de todos". Más triste, más angustiado y más pensativo que las veces anteriores, Siddhartha ordenó al cochero que lo llevara de regreso al palacio.

Situaciones existenciales ineludibles

En esos tres paseos Siddhartha se encontró con lo que en la actualidad llamaríamos "situaciones existenciales ineludibles", hechos de la existencia de los que no podemos escapar. No queremos envejecer pero no podemos evitarlo. No queremos enfermar pero a veces caemos enfermos. No queremos morir pero, querámoslo o no, moriremos. Entonces empezamos a pensar: "¿Por qué tiene que ser así? Quiero vivir para siempre, ser joven y saludable, pero no es posible. ¿Por qué se me ha otorgado este impulso para vivir si no se me da también la más remota oportunidad de escapar de la muerte? Es un misterio. ¿Pero por qué se me presenta a mí este misterio? ¿Es acaso Dios el responsable de esto? ¿O el destino? ¿O simplemente así son las cosas sin más ni más? ¿Existe alguna explicación para todo esto?"