Cuando inicio el curso "Educación de los sentimientos" es frecuente que los estudiantes se pregunten: ¿realmente pueden educarse los sentimientos?... La pregunta está en la base de todo el trabajo que vamos a realizar juntos a lo largo del curso. Y es precisamente a través del proceso de aprendizaje como cada uno puede responder a esta pregunta inicial.
Resulta extraño, y probablemente novedoso, enfocar nuestra atención en el campo de los sentimientos en el contexto educativo, sea en la enseñanza secundaria o en la propia Universidad -salvo en alguna materia específica relacionada con la psicología-. Con frecuencia damos por sentado que los sentimientos son algo que forma parte de nuestra "naturaleza" y por tanto no requiere entrenamiento alguno. De ese modo aceptamos que podemos aprender a leer y escribir, a expresarnos correctamente, a manejar los rudimentos básicos de las matemáticas o la informática, pero "sentir" es algo que ya hacemos desde que llegamos a este mundo y que no requiere "aprendizaje".
Probablemente llegamos a la edad adulta y tenemos el mismo nivel de conocimiento de nosotros mismos que cuando éramos adolescentes: las mismas reacciones, parecidas respuestas a lo que nos sucede. Y lo aceptamos con naturalidad porque consideramos que "somos así", y que hay cosas que nunca cambian.
Una de las primeras enseñanzas del Buda - y tal vez la más central- sea que todo es cambio, que estamos en procesos de cambio todo el tiempo. Ignorar la realidad de la "impermanencia"; resistirse a ese principio de la existencia es precisamente la fuente de gran parte de nuestro sufrimiento. Por tanto es interesante comenzar a identificar de qué modo estamos cambiando en relación a lo que sentimos y lo que pensamos para comprender que algo podemos hacer al respecto. Por ejemplo: aprender la dinámica del cambio y contemplar la posibilidad de tomar las riendas de nuestras vidas, familiarizarnos con lo que sentimos o pensamos y aprender a gestionar de forma creativa nuestros cambiantes estados de ánimo.
En los últimos años he tenido una experiencia muy interesante con los estudiantes del curso. La apertura de la Universidad, a través de los programas de postgrado, ha permitido establecer programas más abiertos y también más conectados con la realidad cambiante de los estudiantes, con sus intereses. Y estos a su vez ven diferentes posibilidades a la hora de dibujar su formación curricular. En ese marco proponer un curso sobre "los sentimientos" implicaba cierto riesgo y sin embargo los estudiantes -en la actualidad más abiertos que en anteriores generaciones- responden de manera positiva, con curiosidad, interés y deseos de experimentar el conocimiento práctico de "sí mismos", sin dar por sentado que hay territorios "vedados" en el conocimiento.
Cada cuso es diferente porque así lo es el grupo de estudiantes que se matricula cada año. Incluso cada sesión del curso es diferente. A lo largo de mis años como docente he descubierto quela experiencia educativa es recíproca: aprendemos y enseñamos a la vez. Es en el presente inmediato del encuentro en el aula donde se genera la experiencia que puede permitir que se produzca un conocimiento, una nueva forma de ver y sentir la realidad.
Aunque mi formación es literaria y pasé gran parte de mi vida profesional dedicado al análisis de textos e imágenes de la vida contemporánea, ha sido en mi etapa más reciente donde he vivido la "educación" de manera más creativa y, si me lo permiten, más radical.
No se trata de juzgar lo que sentimos ni siquiera de analizar o explicar las razones últimas de nuestra experiencia sensorial o sentimental. Más bien se trata de observar, de aplicar nuestra atención y ver qué sucede realmente. A partir de ahí la comunicación en el grupo se torna más consciente y mi función reside en facilitar los espacios de escucha, a través de las diferentes prácticas.
Desde mi forma en semiótica -teoría y estudio de los lenguajes-, siempre me gustó el término "práctica", porque sobre una base conceptual previa, nos abre a la dimensión concreta de la experiencia y entonces el aprendizaje se torna más activo y consciente. El Buda nos proponía hace 2.500 años que no creyéramos a ciegas, sino que experimentáramos por nosotros mismos aquello que nos proponía: las ideas debían ponerse a prueba. Entonces la enseñanza -el dharma- es práctica, experimentación.
El curso "Educación de los sentimientos" se adentra en la experiencia del "sentir" en el contexto de las relaciones comunicativas. De ahí que "comunicar" o "escuchar" forman parte de los diferentes eslabones de una cadena de experiencias, de prácticas que el curso va proponiendo. Seis eslabones para un encuentro con el conocimiento de nosotros mismos.
Es interesante tener presente que en la tradición budista el pensamiento es inseparable del sentimiento. Precisamente el lenguaje poético pone entre énfasis en la conexión profunda entre estos dos aspectos de la comunicación humana: somos seres que hablamos y con las palabras damos expresión a lo que pensamos y/o sentimos. Por tanto las palabras merecen ser escuchadas con atención, sin menospreciar el acento o la tonalidad, incluso el timbre sonoro de la voz. Cuando el grupo logra sumergirse en el encantamiento de ese universo verbal y sonoro del lenguaje, podemos comenzar a reflexionar, a darnos cuenta de qué modo el habla está comprometida con los sentimientos. Y el salto de conciencia está en condiciones de producirse. Esa es la aventura que el curso nos propone.
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Kempes10
21 Noviembre 2012 (22:23)
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Curso.
Queria saber cuando hay otro curso de educacion y sentimientos.