Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.
Hui Neng es el autor de la única obra china que ha sido incluida en el Tripitaka (compendio de obras canónicas de la tradición budista) y que, por lo tanto, está designada como sutra (una palabra que tradicionalmente se reserva a los discursos del Buda). Hui Neng vivió entre el 638 y el 713 de nuestra era y es venerado por todas las escuelas budistas chan y zen. Se le reconoce como el sexto patriarca del budismo chan y quizá se le considere más propiamente como el fundador de esta tradición, ya que fue el primero en dar al budismo chan un verdadero sello chino, pues antes de Hui Neng el budismo en China tenía características culturales muy marcadas del budismo indio.
La súbita iluminación de Hui Neng
El Sutra de Hui Neng, conocido también como el Sutra del Estrado, comienza de manera autobiográfica. Hui Neng, cuando era un pobre leñador analfabeto, escuchó por casualidad el Sutra del Diamante porque alguien en el pueblo estaba recitándolo y, con sólo escucharlo, de inmediato alcanzó la iluminación. Supo entonces que esa persona que estaba recitando el sutra vivía en el monasterio del quinto patriarca y decidió ir ahí, donde al solicitar su ingreso se le asignó la labor de moler el arroz.
En busca del sexto patriarca
Un día, para poner a prueba a sus seguidores y encontrar a un sucesor, el quinto patriarca pidió a los monjes que escribieran un poema que expresara su comprensión del chan. Shen Hsiu, el monje de mayor brillantez intelectual, fue el único que aceptó el desafío y escribió su poema sobre un muro, aunque de manera anónima en un principio. Comenzaba comparando al cuerpo humano con el árbol bodhi, bajo el cual el Buda alcanzó la iluminación:
Nuestro cuerpo el árbol bodhi es
y nuestra mente un espejo puro y claro.
Esmérate en limpiarlo momento a momento una y otra vez,
no dejando asentarse al sarro.
Al escuchar que alguien recitaba esos versos, Hui Neng respondió,
No árbol bodhi hay,
ni la superficie de un espejo claro,
siendo todo vacuidad,
¿dónde, pues, se asienta el sarro?
(A. F. Price y Wong Mou-lam, traductores, The Diamond Sutra and The Sutra of Hui-Neng, Shambhala, Boston 1990, p. 72)
El exilio de Hui Neng
Un oficial que pasaba por ahí le hizo el favor de escribir su poesía en la pared. Cuando el quinto patriarca leyó los versos de Hui Neng comprendió enseguida que éste había percibido con claridad la esencia de la mente, pero también advirtió los peligros potenciales que podrían suscitarse a causa de los celos, si de pronto se elevara en forma pública a la más alta posición a un joven aparentemente tan sencillo. Borró de la pared los versos de Hui Neng, en secreto lo designó su sucesor y lo envió de inmediato a que se ocultara.
15 años después, todavía escondido y sin haber sido ordenado, Hui Neng se encontró con dos monjes que discutían acerca de una bandera que ondeaba al viento. “Es la bandera la que se mueve”, decía uno de ellos. “No, es el viento el que se mueve”, aseguraba el otro. “Lo que se mueve es la mente”, les dijo Hui Neng.
Hui Neng es reconocido
Cuando le contaron esto al maestro del monasterio, él que había escuchado ya tantos rumores sobre el sexto patriarca fugitivo reconoció que se trataba de Hui Neng y le pidió que fuera su maestro. Así comenzó la trayectoria de Hui Neng como uno de los más grandes maestros del chan.
Las enseñanzas de Hui Neng
El Sutra de Hui Neng conserva varias enseñanzas del maestro sobre aspectos del camino. Él hizo comentarios acerca de diversos temas: la ética, la meditación y, por supuesto, la sabiduría. También habló con respecto a la manera en que se consideraba al Dharma en su época e hizo algunas distinciones muy claras y prácticas. Por ejemplo, en ese tiempo florecieron dos escuelas de manera paralela, precisamente la de Hui Neng, en el sur y la de Shen Hsiu, en el norte. Se les reconocía como la del despertar repentino (la del sur) y la del despertar gradual (la del norte). La cuestión de cuál debería seguir tenía intrigados a algunos eruditos budistas de aquellos días. Hui Neng lo entendió así y se dirigió a la concurrencia con estas palabras:
En lo que respecta al Dharma, sólo puede haber una escuela. Si hay alguna distinción radica en el hecho de que el fundador de una escuela es del norte mientras que el otro es del sur. Solamente hay un Dharma, aunque algunos discípulos comprenden esto más rápido que otros. La razón por la cual se les llama repentina o gradual se debe a que algunos discípulos son más eficaces que otros en su disposición mental. Por lo que concierne al Dharma, la distinción entre repentino o gradual no existe. (A. F. Price y Wong Mou-lam, traductores, The Diamond Sutra and the Sutra of Hui-Neng, Shambhala, Boston 1990, p. 129)
El legado de Hui Neng
Al final de la vida de Hui Neng, el patriarca habló de este modo:
Ahora que he de dejarlos, quiero entregarles un himno titulado el buda real de la esencia de la mente. Las personas de las generaciones futuras que entiendan su significado percibirán con claridad la esencia de la mente y alcanzarán la budeidad. El himno dice así:
La esencia de la mente o tathata (tal y como es) es el verdadero Buda.
Las opiniones heréticas y los tres elementos venenosos son Mara.
Iluminado por la visión correcta, invocamos al Buda que hay en nuestro interior.
Cuando los tres elementos venenosos dominan a nuestra naturaleza
se dice que estamos poseídos por Mara,
pero cuando la visión correcta elimine de nuestra mente esos elementos venenosos
Mara se transformará en un verdadero buda...
Cuando nuestro temperamento sea tal que dejemos de ser esclavos de los objetos de los cinco sentidos y percibamos con claridad la esencia de la mente,
aunque sólo sea por un momento, entonces conoceremos la verdad...
Así, he dejado ya a la posteridad la enseñanza del despertar repentino
para la salvación de todos los seres sensibles que se interesen por practicarla.
¡Escúchenme, futuros discípulos!
Si ustedes la menospreciaran y decidieran no ponerla en práctica,
habrán malgastado su tiempo de triste manera.
Cuando el maestro terminó de recitar el himno dijo:
“Queden todos con bien.
Cuando yo fallezca no sigan la tradición mundana, no lloren ni se lamenten.
No acepten palabras de condolencia ni vistan túnicas de luto.
Esas cosas van contra la enseñanza ortodoxa
y si alguien cayera en esas costumbres no sería mi discípulo.
Lo que deben hacer es conocer su propia mente
y alcanzar a percibir su propia naturaleza búdica...”
Entonces recitó otra poesía:
Imperturbable y sereno, el hombre ideal no practica ninguna virtud.
Dueño de sí mismo y desapasionado, no comete ningún mal.
Con calma y en silencio, ha dejado de ver y de escuchar.
Nivelada y recta, su mente no se posa en ningún lugar.
La muerte del sexto patriarca
Después de recitar esta poesía, se sentó con reverencia y así permaneció hasta la tercera guardia de la noche. Entonces, dijo abruptamente a sus discípulos: “¡Me marcho!”, y falleció de repente. Una fragancia peculiar invadió la habitación y apareció un arco iris lunar que parecía unir a la tierra con el cielo. Los árboles del bosque se tiñeron de blanco y las aves y las bestias lloraron con tristeza. (A. F. Price y Wong Mou-lam, traductores, The Diamond Sutra and the Sutra of Hui-Neng, Shambhala, Boston1990, p.151-153)