Parinirvana del Buda :: Reflexiones sobre la muerte :: por Dh. Saddhakara
Res no és mesquí, Joan Salva-Papassait |
Nada es mezquino |
El Buda Sakhyamuni murió hace ahora 2547 años según dicen los que de ésto saben.
Murió en Kussinaghar (una pequeña aldea) a la edad de 80 años tras haber ganado la iluminación a los 35.
La iluminación es ese estado del ser que yo entiendo, tan solo de un modo sencillo y limitado, como un estado en donde el odio, el rechazo, el enfado y el miedo ya no salen más del pecho iluminado.
Un estado de ser en donde la avidez, la envidia, el deseo frustrado, la neurosis del QUIERO ya no enturbian la mente: un estado de mente, claro, limpio y vacío.
Un estado de ser, libre, profundo y bello.
Tan bello es ese estado que El Buda anduvo 40 años hablando con las gentes, enseñando, regalando su ejemplo, asegurando de formas bien diversas que “yo puedo y tú puedes”.
Que yo puedo y tú puedes, dejar de ser tú y yo y ser libres, vacíos, limpios y bellos y así dejar de dar vueltas y vueltas o en pos de lo anhelado -que al cabo siempre nos defrauda- o bien huyendo de lo desagradable.
No diré mucho del Buda; podéis leer su historia humana y los eventos de su iluminación en muchas partes. Por ahora solo diré que, tras iluminarse,vivió como un asceta errante, meditando en los bosques y la selva, enseñando de muchas formas distintas a muchas clases distintas de personas. A veces le dolía la espalda ¿Le dolía la espalda? Si, así lo he leído y no sentía apuro al expresarlo.
Creo que esta es una buena reflexión para mi, tal vez para todos: rechazamos las experiencias insatisfactorias, ya sea un dolor de espalda, una enfermedad o que algo no salga como queremos. Lo rechazamos con un sentimiento de frustración, y así quedamos enredados en enfados y odios, por tenues que estos sean.
Además solemos pensar en desarrollo humano mucho más en términos de habitar en un mundo de dioses que en términos de dejar atrás la ignorancia, el egoísmo separador, la avidez de placer, el orgullo.
Meses antes de su Parinirvana El Buda se puso enfermo. Una disentería, ¿puedes imaginarlo?
Y enfermo y viejo como estaba, decidió continuar viaje, a pié, como siempre lo hacía. Quiso despedirse de sus discípulos, quiso asegurarse de que aquellos que seguían sus enseñanzas no tuvieran dudas, preguntas... lo que fuera. Quiso hasta el último instante ser y estar plenamente.
Él vivía de forma profunda y generosa. La verdad que había realizado consistía en no estar separado:
Todo lo que existe, existe teniendo como base a las otras cosas existiendo, todo es interdependiente y todo está interconectado. “Esto siendo eso llega a ser, con el surgimiento de esto eso surge…..”
Su vida no estaba separada de la de los demás, y creo que por realizar la interconexión de forma tan completa tenía, aun viejo y enfermo, tanto vigor. Ese es el verdadero vigor espiritual. Cuanto más nos separamos más morimos, cuanto menos amamos más sufrimos, cuanto más nos alegran las alegrías de otros más y más motivos tenemos para ser felices. Solos y aislados somos poca cosa.
Quiso, en definitiva, seguir sembrando ánimo para que otros crecieran y entendieran la vida y la muerte.
Murió. No se disolvió en el aire en ningún rito mágico, ni falta que le hacia. Libre como era, no tenia ya nada que demostrar ni demostrarse, no podían humillarle el dolor ni la muerte del cuerpo.
Estaba tan presente y de una forma tan noble.
Se cuidó de que Chunda, el herrero que le dió la comida que le ocasionó la muerte, no solo no sufriera por las setas envenenadas que le había servido. Quiso además que le fuera reconocido el mérito de haberle dado su última comida.
No odiaba. Además sabía distinguir entre
*aquello que, aunque cause daño, no es la responsabilidad de nadie, ni propia ni ajena, sino la simple consecuencia de tener un cuerpo (y así no convertir un efecto en causa de otro efecto) y
*el daño causado por el odio de otros, como cuando su primo Devadatta quiso asesinarle. El fue contundente entonces y bien claro le dijo: No, Devadatta, no quiero tu regalo. Todo este odio que me tienes es tuyo. Pero, incluso entonces, fue ecuánime y explicó que, a pesar de esta terrible falta que es el intento de asesinato a un ser iluminado, a pesar de esta falta, Devadatta, cuando agotara su karma negativo, (cosa que se logra con acciones del mismo peso positivas) se iluminaría.
Al sentir en mi corazón esta historia me doy cuenta de cuánto nos desgasta a los seres humanos el resentimiento, el enfado, el victimismo. Nos resta tánta vida la confusión, el miedo, los deseos neuróticos, el confundir placer con felicidad.
Tuvo palabras para reconocer las muchas cualidades de Ananda y se aseguró que todos sus discípulos supieran de su amistad y amor. Miró a los árboles bajo los que estaba tendido sorprendido y alegre de su florecer temprano.
Cuanto más pienso en la muerte del Buda más pienso en la vida, disfrutar de verdad de la amistad, de la belleza, de estar presente, desatar el nudo del pasado y del futuro y vivir el presente plenamente. Así florecen los árboles aun sin ser primavera y el tiempo no transcurre, como dice el poeta – Primavera de invierno – Primavera de verano.
Tan vacío y lleno como era, quiso responder una vez más y dar enseñanza a un último hombre que acertó a pasar por allí. Instantes después el Buda moría.
Nada fué mezquino en la vida del Buda, ni los palacios de invierno o de verano, ni su padre, que tantos planes tenía para él, ni sus amores, ni su hijo, ni su criado, ni el carro en el que paseaban, ni el largo cabello que cortó, ni las equivocaciones, ni las extremas austeridades.
Ni siquiera aquella pequeña aldea “Kussinagar” donde eligió morir y que tan poco le gustaba a Ananda porque pensaba que era apenas una aldeuela de mala muerte. Ni siquiera esa aldea fué mezquina sino que era, bien claro lo contó, un lugar excelente que en tiempos muy lejanos había sido una ciudad magnífica...
El Buda desplegaba amor, sabiduría, alegría profunda, imaginación fecunda, A veces nuestras vidas son tan rutinarias, nuestra mente tan estrecha, la visión de las cosas simple y monótona, incluso nuestra forma de divertirnos es pobre, tosca y pequeña.
Me viene a la mente el recuerdo de una amiga que al despedirse de alguien siempre decía “arriésgate”, por contraste del repetido “cuídate”. Ella argumentaba con pasión: "La mayoría de personas que conozco no necesita cuidarse, ni siquiera tiene una idea acertada de lo que cuidarse significa. Lo que tienen que hacer es tomar un poco más de riesgos en la vida, atreverse a cambiar de trabajo, a vivir de manera distinta de la que le han dicho, viajar, atreverse a estar solo, atreverse a estar de verdad con otros…"
Primavera de invierno – Privamera de verano.
Para el Buda los árboles florecían aún fuera de tiempo por que él sabía ver.
Nada es mezquino porque el tiempo no pasa: Y aun viejo y enfermo como estaba el Buda tenía un gran vigor mental y espiritual. Energía para andar en pos de lo positivo, de lo bello, de lo profundo, y así lo hizo incluso en su lecho de muerte y así no llega la muerte.
Hoy, mañana y ayer se deshojará una rosa Y una fina sonrisa se dispersará como gajos de naranja. La fina sonrisa del Buda Sakhyamuni que a tantos seres humanos ha inspirado.
Nada es mezquino, porque la canción canta en cada brizna de cosa.
· Y yo ante la muerte me pregunto.
· Ante la vida que pasa instante tras instante, me pregunto.
· En la pérdida, la contrariedad, el dolor y la enfermedad, me pregunto.
· Cuando gano, estoy contenta y río, me pregunto.
¿Nada es mezquino, ni hora alguna escabrosa, ni es oscura la venturosa noche? ¿Y acaso es fina mi sonrisa y se dispersa como gajos de naranja? ¿En dónde está la hoja eternamente verde?
¿Res no és mesquí?
No, nada es mezquino. Ya lo dice el poeta.
40 años anduvo el Buda Sakhyamuni diciendo de la forma más bella
“nada es mezquino”. Lo dijo con su vida, con sus enseñanzas y con su muerte. Y momento a momento quisiera recordarlo.
Recordar significa cultivar atención consciente, cultivar continuidad de propósito. Y, si lo recuerdo, si en verdad en vida, en mi mente y mi boca nada es mezquino, entonces no me vendrá la muerte. Y si me llega no será distinta de la vida o el sueño. La muerte solo simulará serlo porque para nacer necesito morir. Quiero cultivar en mi alma las palabras del poeta y en toda mi vida el ejemplo del maestro.
Nada es mezquino
Ni hora alguna escabrosa,
Ni es oscura la ventura de la noche.
Y el rocío es claro
Que el sol sale y queda fascinado
Y se deleita del baño:
Que se maravilla el lecho de toda cosa hecha.
Nada es mezquino,
Todo rico como el vino y la mejilla curtida.
Y la ola del mar siempre se ríe,
Primavera de invierno – Primavera de verano,
Todo es primavera: y toda hoja eternamente verde.
Nada es mezquino,
Porque los días no pasan;
Y no llega la muerte ni habiéndola pedido.
Y si la habéis pedido os disimula un hoyo
Porque para nacer necesitáis morir.
Y nunca somos llanto
Sino fina sonrisa
Que se dispersa como gajos de naranja.
Nada es mezquino,
Porque la canción canta en cada brizna de cosa.
Hoy mañana y ayer se deshojará una rosa:
Y la virgen mas joven tendrá leche en el pecho.