Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.
Shinran Shonin la veneración de la Tierra Pura
Shinran Shonin (Shinran “el santo”) nació en 1173 y murió en 1263. Fundó la escuela jodo shin del budismo de la Tierra Pura, que desde sus inicios ha florecido en Japón. Gracias a los esfuerzos de Shinran las enseñanzas de la fe de la escuela jodo shin shu se han expandido a todo lo largo y lo ancho de Japón, sobre todo entre la gente común.
Sus inicios como monje
Todavía era relativamente joven cuando se convirtió en monje y pasó varios años en el monte Hiei, donde se localizan los principales monasterios de la escuela tendai. Practicó con mucho ahínco y llegó a dominar los textos y enseñanzas de las diversas escuelas budistas que se habían introducido a Japón desde China, pero para su creciente pesar ni sus estudios ni su práctica lo acercaron un poco a la iluminación. Además, en el monasterio de la montaña prevalecía un ambiente mundano. De tal modo, Shinran inició su búsqueda de un maestro y al fin conoció a Honen Shonin. En ese momento, Honen era el más grande exponente y ejemplo de la doctrina de la Tierra Pura en Japón. Él lo inició en el sendero de la fe y en la práctica del nembutsu, que se centra en la recitación del mantra “namo amida butsu”. Esta práctica lo conmovió profundamente y Shinran abandonó su vida anterior, dejó el monte Hiei y se unió a los seguidores de Honen.
Sukhavati, la tierra pura de Amitaba
Las escuelas de la Tierra Pura derivan sus enseñanzas de los tres sutras relacionados con el buda Amitaba. En uno de ellos, el Sutra Mayor del Sukhavati-vyuha, conocido dentro del budismo de la Tierra Pura sencillamente como el Sutra Mayor, dice que antes de su iluminación, cuando aún era un bodhisatva llamado Dharmakara, el buda Amitaba hizo una serie de 48 grandes votos, de los cuales cada uno personificaba un aspecto diferente de Sukhavati, la Tierra Pura o Tierra de Buda que decidió crear en cuanto llegara a ser un buda. Esos 48 votos ocupan un sitio central en la doctrina de la Tierra Pura y, de ellos, el 18 y el 19 fueron particularmente importantes para Shinran.
Cuando alcance la budeidad, si entre los seres sensibles de las diez direcciones hay quienes, con mente sincera, se regocijen en la fe y aspiren a nacer en mi tierra y, a pesar de pensar así hasta una decena de veces, no lo consiguen, que entonces no alcance yo la iluminación perfecta. Excluidos queden aquéllos que cometan las cinco ofensas graves y quienes calumnien al Dharma correcto.
(Traducción no publicada del Centro de Traducción Ryukoku, Universidad Ryukoku, Kyoto 1999).
La confianza en el poder que viene de fuera
Según Shinran, nadie puede obtener la iluminación gracias a su “propio poder” (jiriki). Semejante intento sólo contribuye a fortalecer el apego al yo, porque después de todo, ¿cómo puede el yo soltar al yo? Mientras más trate el yo de liberarse del yo más atrapado estará en la lucha del yo y más se fortalecerá el sentido del yo. Sólo confiando en el “poder del otro” (tariki), en el esfuerzo auxiliador del buda Amitaba, es posible salvarse.
Lo que se necesitaba era tener mucha fe en el Buda y sentir gratitud por su esfuerzo salvador. Cuando surge esa fe muere el ego y todos los deseos y las ilusiones que nos atormentan se convierten en la iluminación. Sin embargo, cuando habla de “fe”, Shinran no se refiere a provocar la generación de algún tipo de voluntad intencional por parte nuestra. Eso pertenece al poder propio. La fe (en japonés shinjin) de la que habla Shinran implica una relajación total. Ésta no puede provenir del individuo egoísta e impuro. En ese sentido la fe del jodo shin es muy difícil. El ego siempre es egoísta y, por lo tanto, es muy complicado hacer que se suelte por completo. Es “lo más difícil entre lo difícil”. No obstante, en otro sentido, no tiene nada de laborioso, ya que uno en realidad no tiene que hacer nada. La fe puede salvar porque es el poder de otro. La fe, en este sentido, es la acción del mismo Amitaba que resplandece en nuestro interior.
La verdadera fe
Esto lo explica Sangharákshita con estos términos: la fe de la que habla Shinran es verdadera fe, la contraparte afectiva del auténtico ir a refugio o el verdadero surgimiento del bodhichita.
En su Kyo Gyo Shin Sho, Shinran escribe:
Contemplo las cosas y veo que la adquisición de la fe serena surge del voto seleccionado por el Tathágata y que el despertar de la verdadera mente sucede gracias a los medios hábiles y compasivos del Gran Sabio.
Sin embargo, los religiosos y laicos de la era decadente y los maestros de estos días se hunden en la idea de que “nuestra verdadera naturaleza es el Buda” y que “la Tierra Pura del Buda existe en nuestra mente”, degradan (la creencia en) la verdadera iluminación en la Tierra Pura o, engañados por la mente del poder propio que los lleva a practicar buenas obras, meditativas o no, se ciegan ante la verdadera fe adamantina.(Hisao Inagaki, Kosho Yukawa y Thomas R. Okano (traductores), Kyo Gyo Shin Sho: The Teaching, Practice, Faith, and Enlightenment, a collection of passages revealing the true teaching, practice and enlightenment of Pure Land Buddhism, vol. 5, Centro de Traducciones de Ryukoku, Universidad de Ryukoku, Kyoto 1983, p. 84).
Toda la multitud de seres, semejantes al océano, desde un pasado sin inicio han estado transmigrando en el mar de la ignorancia, ahogándose en el ciclo de existencias, atados al ciclo de sufrimientos y no han tenido una fe pura y serena. Como consecuencia natural no tienen una verdadera fe serena. Por lo tanto, les es difícil conocer la más sublime virtud y se les complica recibir la suprema fe pura. Todas las personas comunes e insignificantes en todo momento contaminan constantemente sus buenas mentes con avaricia y lujuria. Su ira y su odio calcinan de manera continua el tesoro del Dharma. Aun cuando se esfuerzan y practican con tanto afán, como si estuvieran barriendo el fuego que hay en sus cabezas, sus prácticas se denominan buenas obras mezcladas y emponzoñadas y también se les llama prácticas alucinadas e ilusorias. Por eso no se les conoce como actos verdaderos. Si alguien desea nacer en la Tierra de la Luz Infinita, con esos bienes [buenas obras] falaces y llenos de ponzoña no lo podrá lograr.
¿Por qué? Porque cuando el Tathágata llevó a cabo las prácticas del bodhisatva, los tres tipos de acciones que hizo no se mezclaron con la duda ni por un momento o idea.
Como esta mente (fe serena) es la gran mente compasiva del Tathágata, necesariamente se convierte en la causa correctamente determinante para (nacer en) la Tierra de Recompensas. El Tathágata, apiadándose del mar de multitudes que padecían, envió a la invencible gran fe pura al océano de todos los seres. Es esto lo que se denomina la verdadera fe del poder que viene de fuera. (Ibíd., p.107-108).
Fuertes críticas a la escuela de la Tierra Pura
Las escuelas budistas imperantes en ese momento se opusieron de manera tajante al budismo de la Tierra Pura. Éste estaba ganando popularidad con mucha rapidez y representaba una clara amenaza. Además, aquéllas afirmaban que esta escuela fomentaba el desorden y la conducta inmoral. No era una crítica infundada. De acuerdo con Honen, el voto de Amida es universal y por lo tanto salva a todo aquél que pronuncie su nombre. Hubo gente que entendió que bastaba con mencionar su nombre y, entonces, ya no tenía por qué temer las consecuencias de los actos inmorales y, en efecto, hubo casos de anarquía e inmoralidad.
Exilio de Shinran
En 1207 atacó el orden imperante. Honen y siete discípulos, entre éstos Shinran, fueron exiliados a provincias distantes y cuatro discípulos fueron ejecutados. Se les retiró la ordenación Tendai a Shinran y a Honen y se les dieron nombres laicos. Sin embargo, Shinran no tenía ninguna intención de adoptar las actitudes y atributos mundanales de un laico. Ciertamente ya no era monje (se casó y empezó a tener familia) pero de ninguna manera se consideró a sí mismo un laico, ya que siguió dedicándose por completo y de todo corazón a actividades dhármicas. En el exilio llegó a tener un contacto estrecho con la gente del pueblo y conoció sus problemas y temores cotidianos. Entonces, decidió que era su misión salvar a ese tipo de personas.
El regreso de Shinran, por un nuevo sendero
Después de un exilio de cinco años Shinran y Honen fueron perdonados. No obstante, Shinran no volvió a la vida monástica y siguió casado, fiel a la visión que desarrolló durante su exilio, que el sendero correcto no consiste “ni en ser monje ni laico”, tradición que todavía conservan los miembros ordenados del jodo shin shu.
Una escuela con infinidad de seguidores
Shinran pasó los últimos sesenta años de su larga vida viajando por todo el país y predicando para la gente común, de entre la cual muchos se hicieron sus amigos y seguidores. En 1225 fundó la escuela independiente llamada Jodo shin shu (“verdadera escuela de la Tierra Pura”), para distinguirla de la escuela de Honen, Jodo shu (“escuela de la Tierra Pura”). En la actualidad, el Jodo shin shu es la rama más grande del mahayana japonés, con más templos (cerca de 20 mil), más maestros de tiempo completo y más seguidores que cualquier otra.
La enseñanza de la última era del Dharma
El estilo jodo shin se basa parcialmente en la enseñanza de la última era del Dharma. El maestro chino de la Tierra Pura, Tao-ch’o, del siglo VII, había enseñado que según el Sutra de la Gran Colección la última era del Dharma iniciaba con el principio del cuarto período de 500 años después del Buda Shakyamuni. De acuerdo con la información que en aquel entonces se tenía disponible en Japón, la última era del Dharma había empezado en 1052. La experiencia contemporánea reafirmó la creencia popular de que estaba comenzando la última era: entre los monjes había aparecido la corrupción moral y había brotes de guerra civil y de plagas. Tao-ch’o decía que en esa época los budistas no podrían practicar adecuadamente la meditación ni cultivar la sabiduría. Las circunstancias externas ya no lo permitirían y la capacidad de los individuos para la práctica espiritual no sería ya lo que fue en los tiempos de los ancestros. La nueva necesidad sería que las personas desarrollaran su fe recitando el nombre del Buda y Shinran consideró que ése era el énfasis que requería la nueva era.
Contemplo la gran fe, semejante al océano y veo que ésta no distingue entre el noble y el villano, entre el religioso y el laico ni entre hombre o mujer ni viejo o joven. No se cuestiona la cantidad de faltas cometidas ni discute el tamaño de la práctica. No se habla de “práctica” ni de “bien” ni de “abrupto” o “gradual”, ni de “meditativo” o “no meditativo” ni de “meditación correcta” o de “meditación errónea”, ni de “contemplativo” o “no contemplativo” ni de “mientras hay vida” o de “al final de la vida”, ni de “muchas palabras” o de “un pensamiento”. La fe es la inconcebible, indescriptible e inefable fe serena. Es como el agada que destruye todos los venenos. La medicina del voto del Tathágata destruye los venenos de la sabiduría y la ignorancia. (Ibíd., p. 113-114)