El centro del mándala, fin del viaje y nuevo comienzo.

 

Al parecer el viaje está llegando a un punto culminante, eso intuyes, y empiezas a darte cuenta de que la verdad, la sabiduríarueda arcoiris que andabas buscando es tan grande, si, es todo ello tan grande y distinto, que la mente pequeña, ordinaria no lo puede abarcar. Hasta ahora has intentado aprender pero simplemente añadiendo algo a ti misma, sin soltar, sin cambiar mucho ni tu mente ni tu vida, ni siquiera te planteaste en serio mejorar el mundo. En realidad querías aprehender, hacer tuyo, apoderarte de algo y ahora si algo sabes es que tal cosa no es posible. No hay nada que arrogarse, nada de lo que apropiarse: morar en el mándala es otra cosa.

El viaje ha dado un giro, vas en busca de Vairóchana, El Blanco. El mora en el centro, reina sobre el espacio infinito, en realidad mora fuera del tiempo y el espacio, así que tu mente pequeña no es muy útil. Aunque no tienes miedo -Amoghasiddhi te respalda- hay al fondo de ti como una actitud de no querer seguir, como de "ya está bien".

De pronto una luz cegadora brilla sobre ti y una voz como el rugido de un león te llama. Vairóchana, apenas puedes mirar de tanto como relumbra, está sentado sobre un loto blanco acompañado de leones magníficos y sostiene entre las manos una rueda dorada que hace girar. De su cuerpo de luz blanca emergen todos los colores del arco iris; todos los Budas que has conocido son emanaciones de esta centralidad, son en realidad expresiones de la realidad transcendental que Vairóchana encarna. ¿Qué va a pasarte en su presencia?.

Entonces recuerdas que Akshobya te regaló un espejo y sabes que necesitas ese espejo porque necesitas verte a ti misma, saber dónde estás y qué tienes que hacer con tu vida. Pero con saber no basta porque para poder mirar al fondo de ese espejo hace falta ser generosa, hay que mirar con una luz que te honre, hace falta la generosidad y belleza de Ratnasambhavava y recuerdas aquel dátil que te enseñó a apreciar. Has de subyugar el ego y vuelves a recordad que Ratnasambhava decía que todos los seres en el fondo son iguales.

Viene de forma vívida a tu memoria cómo Amitabha te reconoció al llegar y te invitó a sentarte a meditar a su lado en aquel rojo atardecer, pero sobre todo recuerdas aquel canto "Sabe Satta Suki Homtu" ¡Que todos los seres estén bien y sean felices! Y comprendes que para mirar aquella luz blanca que surge de las profundidad hace falta compasión. Aquella tarde aprendiste la unicidad de cada ser. Ahora, al recordar todo éso descubres el secreto de convivir en sangha con otros: cada ser es único pero ni mas ni menos que los demás.

La mano de Amoghasiddhi por detrás parece que te empuje suavemente y crees volver a oír aquellos pájaros tan desafiantes y extraños, que ahora gritan: "estás entrado en el corazón de la propia vida, no temas".

El Buda Blanco es luz, es pura luz clara y luminosa, es la luz de la mente verdadera sin contaminación. Una luz tan intensa que no se puede mirar. Es como el sol, no se puede mirar de frente pero bajo su luminosidad se puede entender todo. Vairóchana el Iluminador vierte luz y los leones rugen llenos de majestuosidad. Vairóchana es el punto calmado en el centro de la tempestad: al ver a Vairóchana todas tus inquietudes, vaivenes, deseos y rechazos se han calmado.

La dorada rueda del dharma que Vairóchana hace girar en sus manos te lleva a comprender, aun sin que medie palabra, que él es el maestro transmisor del dharma, el que enseña el camino. Sientes profunda gratitud. Porque el Buda enseñó tú emprendiste el camino. Sin enseñanzas quién sabe que hubieras hecho, porque solo unos poco seres humanos pueden descubrir la verdad ellos solos. Las enseñanzas son no solo para tu viaje y crecimiento -que también- son para cambiar el mundo. Llegaste al centro del mándala y ahora saldrás del él para crear un mándala allí adonde vayas, el mándala de tu vida, de tus acciones, con profundo sentido para que cada acto, palabra y pensamiento apoyen un cambio de conciencia del mundo alrededor.

Vairóchana es como el sol y, al igual que en la tierra todo depende del sol, en el mándala de tu vida todo depende de aprender y enseñar, Vairóchana te ha abierto la puerta dorada hacia otra dimensión, hacia los preciosos mundos de los Budas. Entraste a este mundo/mándala pasando tres pruebas y todos los colores tintaron tu interior y ya no eres la misma, ya no estás en tu mundo ordinario. Parecerá que si, pero ya no porque ya no quieres que las cosas sean igual.

Tenias muchas ideas y teorías, incluso proyectos, ahora tienes una rica experiencia y quieres compartirla, quieres mantener viva la llama de este viaje, quieres practicar todo lo aprendido. El mándala no tiene fin, está vivo, sigue en expansión. Tu ignorancia, tu esconder la cabeza, tu profunda modorra, tu indiferencia se han resquebrajado. Ahora que ya sabes qué es lo que hay en el centro de ese mágico mándala, el blanco centro del que emana toda la verdad y belleza de los Budas, ahora, todos ellos al unísono te preguntan y la pregunta es sencilla y profunda "¿Que vas a poner en el centro de tu vida?".

Todo termina como empezó, con una inquietud espiritual, una pregunta por la que emprenderás de nuevo viaje y crecerás. El mándala te ofreció un viaje, de ti depende qué hacer ahora con todo lo vivido.

Continuará pero no sé cuándo ni cómo.