Sangharákshita retorna al Occidente

Por Dharmachari Upekshamati

Sangharakshita decidió retornar a Occidente no tanto por un deseo personal sino por un llamado que le hizo la comunidad budista que, en ese entonces, había en Inglaterra.

En 1964, existían dos grupos diferentes que formaron una comunidad budista en Londres. Uno era la Sociedad Budista (a la cual se ha hecho referencia ya en esta misma sección, en anteriores números de Indumani) y el otro era la Sangha Trust. La primera era una sociedad laica, mientras que la segunda estaba presidida por una especie de iglesia de budistas Theravâda (la forma más antigua del budismo del sur de Asia).

Por alguna razón, incluso las personas que tienen una práctica más efectiva y que se encuentran, hasta cierto punto, iluminadas por la luz del Dharma, pueden caer en controversias, en problemas y en situaciones de mutua desconfianza y así parece que ocurrió con estas dos agrupaciones, las cuales no podían resolver una serie de aspectos y, a la vez, tenían una co-dependencia entre ellas porque compartían algunos maestros, publicaciones y personas afiliadas a sus instituciones. Lo tradicional cuando hay disputas en la Sangha es llamar al mayor entre los decanos de los monjes (senior) para que funja como árbitro.

El monje occidental que tenía más años como Ordenado, era Sangharakshita. De modo que le pidieron que viniera a Inglaterra, sólo por tres meses, para tratar de establecer un puente entre ambas instituciones divididas. Sangharakshita accedió sin saber que los supuestos tres meses se habrían de convertir en dos años.

A su llegada, se encontró con que las divisiones eran más aparentes que reales y que fácilmente se podrían haber solucionado. Tuvo la oportunidad de influir en los dirigentes de ambos grupos e, incluso, de recomendarle a monjes que presidían durante las clases que ya no lo hicieran para no aumentar la desarmonía.

Poco a poco, Sangharakshita fue encontrando un lugar en estas instituciones. En una sola semana iba varios días a una y a otra, de tal forma que al culminar un año ya había dado cien conferencias. Veía a las personas, trataba de ayudar en la organización y, sobre todo, por su misma personalidad, joven, fluida y por la razón de que él también era inglés, hizo muchos amigos y las dos agrupaciones lo consideraban alguien importante en ellas.

Por otra parte, su llegada coincidió con un periodo muy particular en Europa. Por esos días, estaba en su punto más álgido el movimiento hippie, movimiento de contracultura de los, según algunos, perniciosos y promiscuos años 60. Así que no sólo encontró un público muy receptivo al Dharma sino que, además, dentro de este público había un constituyente de jóvenes, idealistas, energéticos y, tal vez, un poco románticos e ingenuos. Sin embargo, por un lado su personalidad y, por el otro, el hecho de que el budismo estaba entrando al occidente, no tanto como una pieza exótica sino como una forma de involucrarse con la vida a través de su visión de la existencia, hizo que Sangharakshita fuera todo un éxito.

Permaneció dos años en Inglaterra tratando de ayudar a esas dos agrupaciones y, sin darse cuenta, fue iniciando un movimiento en su propio derecho. Al cabo de ese tiempo, decidió ir por última vez a India para despedirse de todos sus amigos y retornar al Occidente. Mientras él estaba en India, una de las agrupaciones, por razones un tanto misteriosas y controversiales, decidió que Sangharakshita ya no era tan útil y le escribió una carta muy cortés avisándole muy claramente de que sus servicios ya no serían requeridos. Se ha debatido mucho acerca de este periodo y del por qué cambió de opinión esa institución. Es posible que en ello tuviera mucho que ver Maurice Welsh, la persona que la dirigía y que también encabezaba al Consejo de Sangha Trust. A Welsh nunca le agradaron Sangharakshita ni su popularidad y desarrolló una abierta desconfianza hacia él, en parte porque Sangharakshita no era uno de los monjes más convencionales en ese entonces. Él estaba dispuesto a explorar y a experimentar diferentes formas para hacer más accesible el mensaje del Dharma y sus prácticas. Incluso, en algún momento, decidió ya no usar el cabello corto, como era una de las reglas del Vinaya (reglas monásticas de los monjes theravadas) y, en algunas ocasiones, dejó de portar el hábito. Esto incomodó a Welsh y a otras personas porque se trata de un protocolo Theravâda muy estricto.

Al principio, Sangharakshita se sorprendió al conocer aquella determinación del Consejo de aquel grupo, ya que no le habían informado de esa situación. No obstante, decidió regresar a Occidente. Cuando volvió, tuvo poco que ver con esas instituciones y empezó, como un monje, dando clases de meditación y conferencias. Paulatinamente, esas conferencias y actividades fueron creciendo y formando una comunidad y ésta se fue haciendo todo un movimiento. Dice él que no era su intención iniciar un movimiento sino continuar con las actividades que ya había hecho durante los dos años anteriores, fomentar nuevamente los lazos y generar una forma en que las personas pudieran practicar el budismo en el contexto en el cual se encontraban en ese entonces, en la Inglaterra de los años 60.

Experimentó de muchas formas: retiros, otras maneras de comunicación, otros lugares y espacios. Comenzó así a reconocer que no sólo había un fermento muy interesado en el Dharma sino que muchas personas estaban dispuestas a hacer sacrificios, trabajar duro y tratar de llevar una vida budista de forma completa. Fue dándose cuenta de que no era tan necesario seguir todas las convenciones de donde el budismo se había originado, es decir, del Oriente. Que las personas, sin tener que portar hábitos ni salir de sus situaciones normales, podían llevar a cabo una vida espiritual efectiva.

En algún punto de este periodo, Sangharakshita decidió conferir ordenaciones. Éstas no eran como las que hoy se realizan en la OBO. Era sencillamente una toma de preceptos. En una ceremonia, las personas se hacían upasakas o upasakitas, que son como seguidores laicos de la comunidad budista. Además, a algunos de ellos les confirió nombres budistas, es decir, una identidad que estuviera a la par de su nueva convicción. Así se formó la Orden Budista Occidental. Tomó prestado este nombre de una agrupación que existió con anterioridad pero que ya había desaparecido.

Ordenó a las doce primeras personas y pensó que en torno a aquéllas giraba una comunidad de gente que no deseaban ser seguidores laicos o upasakas o upasakitas, pero que deseaban estar afiliados a esta comunidad. Entonces, creó el movimiento llamado Amigos de la Orden Budista Occidental. El número de personas que se ordenaban y el de amigos afiliados comenzó a crecer.

Con el paso de los años, Sangharakshita no sólo intentó profundizar en el Dharma y el budismo a través de pláticas, actividades y grupos de estudio. También fue probando hacer retiros residenciales más largos. Esto causó en muchos la inquietud de continuar la experiencia del retiro fuera del retiro, lo cual dio origen a las nuevas comunidades budistas. Conforme éstas fueron creciendo, algunas personas sintieron la necesidad de incorporar el área de trabajo dentro de su práctica. Así que algunos de sus discípulos y discípulas crearon cooperativas: asociaciones de individuos que cooperan para un negocio cuyos fines no son lucrativos sino que tienen un ideal social, ecológico tal vez, o religioso y espiritual.

Las primeras cooperativas eran pequeñas y vendían comida orgánica, tofu, cacahuates, o eran pequeños restaurantes vegetarianos. Algunas surgieron en Londres y sus alrededores, otras en Norwich. Poco a poco se fue afiliando más gente y se fue adquiriendo mayor experiencia, de modo que los negocios empezaron a crecer. Éstos, a su vez, donaban parte de sus ganancias a los Centros para que hubiera más actividades y se redujeran los costos, así podían involucrarse más personas.

Comenzó a expandirse una red de instituciones que comprendían negocios de subsistencia perfecta o Cooperativas, Centros y Comunidades. A esto se le llamó la Red de las Tres “C”. Las Tres “C” son, quizá, uno de los aspectos más distintivos de los Amigos de la Orden Budista Occidental, que trata de convertir la práctica budista en una situación de tiempo completo, en la cual, la gente tenga la oportunidad de poner en el centro de sus vidas a las Tres Joyas; que su trabajo, su forma de vivir y su tiempo libre estén involucrados en su desarrollo espiritual. Incluso, que sus vacaciones las puedan pasar en retiros. Así se hizo más sistemático el proceso de entrenamiento de aquellos que deseaban pedir ordenación o unirse a la Orden Budista Occidental.

Después de 35 años de desarrollo, la AOBO se encuentra presente en 25 países, en América, Europa, algunas partes de Asia y, sobre todo, en el subcontinente Indio. El desarrollo que se ha tenido en este último sitio merece una mención aparte. Cuando Sangharakshita regresó a Occidente dejó un gran número de personas que lo consideraban su maestro, después de la conversión que tuvieron, encabezados por su líder, el Doctor Ambedkar (véase número 4 de Indumani, diciembre, misma sección).

Estos discípulos carecían de una guía específica para la práctica del budismo, sin embargo, era una comunidad muy grande, que se contaba por cientos de miles. Desde Inglaterra, Sangharakshita permaneció alerta al desarrollo de esta comunidad y cuando se presentó la oportunidad envió a algunos de sus discípulos más dinámicos para que trataran de seguir el proceso y avance de la práctica budista en India.

Un hombre llamado Lokamitra acudió para realizar comunidades, lugares de retiro y centros, los cuales crecieron de manera tal que la AOBO es tan grande en India como en Europa. Hoy en día, la AOBO es toda una red de hombres y mujeres que, con total convicción, intenta seguir la vida budista y la OBO cuenta con un poco más de mil miembros de la Orden.