El juego de la oca y la vida espiritual

 

El juego de la oca y el dharma

 

Fácilmente percibimos la vida espiritual como si fuera una línea recta ascendente, un camino previsible que si lo ocatransitamos durante cierto tiempo, a cierto ritmo dará como resultado que llegaremos en cierto momento a cierto nivel de desarrollo. Todo calculable y previsible.

 

 

De modo que si alguien que lleva practicando cierta cantidad de tiempo y no se encuentra en ese lugar previsible, según nuestra idea de camino lineal y ascendente, asumimos que o bien no lo está andando, o lo anda extrañamente lento, o quizás dicho camino no funciona.

 

¿Cómo es posible - nos preguntamos- que después de tal o cual cantidad de tiempo esa persona haga, diga o piense eso?. Graciosamente la mayor parte del tiempo esto lo solemos pensar o decir de otros, descartándoles así como caminantes del dharma; aunque también es posible que lo sintamos respecto de nosotros mismos perdiendo de este modo la energía o inspiración para seguir.

 

Siempre he tenido claro que la vida espiritual, el camino del dharma, no es una recta ascendente, pero de pronto se me ocurrió el símil del juego de la oca y me dispuse a explorar el tema.

 

Estas reflexiones surgen de mi intuición, no soy experta en el juego de la oca, ni en su simbología o su cariz iniciático - si es que tal cosa existe-, no sé, no he investigado en ese sentido. Tan solo comparto mis reflexiones al respecto de la vida espiritual comparándola con el juego de la oca, que como todo el mundo conozco desde niña.

 

Para empezar es muy interesante que el juego de la oca sea una espiral de casillas individuales, distintas entre sí y separadas; enmarcadas en un rectángulo o en un cuadrado y con un espacio central, la meta, amplio y abierto ¿No se asemeja a un mándala?

 

Se diría que el juego de la oca nos mueve de la separación (casillas bien delimitadas y distintas unas de otras) hacia la unión (el espacio central amplio y abierto). También el término "religión" tiene como uno de sus significados "religar", es decir, volver a ligarnos con la realidad de la que nos hemos separado.

 

Esta definición siempre me ha parecido un tanto confusa, ya que se asemeja mucho al mito de la caída de Adán y Eva. A mi entender, no es que estuviéramos, en algún momento en el tiempo, ligados a la realidad y después no, y a través de los caminos espirituales nos volvemos a unir; sino que somos realidad, eso es lo que somos, pero vivimos de espaldas a ello y a través del camino espiritual descorremos los velos de la ignorancia y reconectamos con nuestra verdadera naturaleza.

 

El budismo utiliza la imagen de la espiral como un símbolo del camino de desarrollo aunque en este caso la espiral, llamada las doce nidanas positivas, va desde estados de mínima claridad y compresión (comprender la verdadera naturaleza de dukkha) hacia estados de mayor claridad y realización, y así hasta la iluminación misma. Mientras que en el caso de la oca, aunque se mueve en espiral y en ascensión también contempla la posibilidad de caer en varias vicisitudes que nos harán retroceder, quedar varados, caer en un pozo etc. etc. Y desde luego esto se parece mucho más a mi experiencia del camino espiritual que la espiral de nidanas positivas, será porque estoy poco realizada claro.

 

Así que, voy a tomar el juego de la oca y voy a explorarlo como si fuera una metáfora de la práctica del dharma, del camino de cualquiera de nosotros.

 

Para empezar veo que es de gran importancia seguir el dharma como si jugáramos. Me viene a la mente la imagen de esos jugadores que se ponen ansiosos por ganar ¡qué pesados!, que se enfadan muchísimo si pierden, que compiten con los otros jugadores de forma un tanto neurótica etc. etc. Siento que es muy raro que en vez de para disfrutar, compartir, incluso ahondar su pericia, alguien utilice un juego para estresarse, enojarse y competir. Por supuesto que si juegas tiene que interesarte lo que haces, tienes que poner tu atención y tu energía en el juego y en la meta del mismo, si no el juego se torna aburrido incluso sin mucho sentido.

 

En la vida espiritual pasa lo mismo, no la andas para adelantar a nadie, ni para ganar sobre otros, ni para una creciente perfección, ni por el poder de la victoria; sino para crecer, conocerte, cambiar tú y apoyar el cambio en el mundo, ser más feliz, más libre y en definitiva para una creciente plenitud. Estresarse, ponerte dogmático, apegado a la letra, rígido, inquisidor, mirar siempre al otro para ver dónde está o dónde no está, no es una buena manera, pero ser indolente, desvergonzado, sin interés, excesivamente errático tampoco.

 

Podríamos decir que juegas por jugar, no por ganar y si sigues jugando, antes o después llegaras a la meta ¿no?.. Así que algo importante para los seguidores del dharma es seguir y seguir (continuidad de propósito) y si hace falta volver a empezar, pues volver a empezar (paciencia) y aprender, aprender en cada paso (estudiar, reflexionar, meditar, que dice la tradición) y gozar del juego, y del avance de otros (inspiración y guía).

 

No juegas solo y esto le da al juego su verdadera dimensión, pero el asunto no es ser más, menos o igual que los demás. En la vida espiritual hay dos dimensiones: avanzar solo, cambiar solo, ya que nadie lo puede hacer por ti, pero en el camino hay otros muchos, de alguna manera todos los seres estamos intentado crecer, y la inmensa mayoría de nosotros necesitamos a los demás. 1 Lo haces tú pero 2 no puedes hacerlo sin los otros. Por otro lado, aspirar a la iluminación sólo para ti mismo es una pura contradicción. Como suele decirse "tú no te iluminas". El camino del dharma lo haces por ti mismo pero con los demás.

 

El juego de la oca cuenta con 63 casillas con distintos símbolos o dibujos, avanza en espiral y en determinadas casillas pasan determinadas cosas significativas para el juego.

 

Veamos, imaginemos, qué podrían significar para el camino espiritual estas casillas.

 

 

La oca

Cuando se cae en una de estas casillas se avanza hasta la siguiente oca.

 

Tradicionalmente se dice "de oca a oca y tiro porque me toca". Los picos de las ocas indican la dirección, si están hacia delante, hay que seguir hacia adelante, pero si el pico está hacia atrás hay que retroceder.

 

Es muy interesante que la oca, un animal que se mueve entre mundos -tierra, agua aire- sea lo que se llama un psicopompo. Jung dice al respecto que el psicopompo es mediador entre el inconsciente y el consciente.

 

A veces en el camino espiritual, conectas con el inconsciente y se produce una integración vertical que te lleva hacia delante, como en el juego das un salto de oca a oca.

 

Pero en ocasiones al hacer esta conexión con el inconsciente vas esporádicamente hacia atrás; quizás haya alguna emoción estancada del pasado, algo que actualizar y resolver y por supuesto esto nos llevará un tiempo, pero no todo "retroceso" es una involución.

 

Y tiro porque me toca: parece un premio o mejor aún parece una especie de privilegio, de derecho adquirido por haber hecho esa conexión de consciente e inconsciente. Hay un valor añadido, una especie de despliegue de la realidad; cuando la integración vertical ocurre se abre una nueva oportunidad. Si esa integración nos llevó hacia atrás, volver a tirar es tener una nueva oportunidad de responder a lo que fuera que pasó de manera renovada y creativa. Si la integración directamente supuso un avance, volver a tirar es la dimensión añadida que la nueva perspectiva de ese avance nos proporciona. El juego nos invita a seguir jugando, el ahondar nos invita a seguir ahondado.

 

 

El puente

Cuando se cae en una de estas casillas se avanza o retrocede hasta el otro puente; se dice "de puente a puente tiro porque me lleva la corriente".

 

En budismo hay una enseñanza "entrar en la corriente" que nos dice que llega un punto en el camino, en el que samsara pierde su poder sobre nosotros y entonces podemos avanzar; todavía hay cosas que hacer pero ahora el esfuerzo ha terminado, ya que la atracción de todo nuestro ser hacia la realidad, nos lleva suavemente como una corriente.

En el juego se puede ir atrás o adelante, en la vida espiritual también. A veces, si no cuidamos las condiciones en las que vivimos la corriente de los hábitos, de la mente reactiva, del samsara en definitiva, puede jalarnos hacia atrás.

 

Esto es frecuente que nos pase cuando creemos que lo que sabemos solo de modo racional e intelectual es, sin embargo, una realización; así que te relajas y en cierto modo te enajenas de en dónde estás en verdad y además, te insuflas un tanto y entonces ¡zas!, una fuerte corriente (la de tus hábitos) te lleva hacia atrás hacia en dónde en realidad te encuentras.

 

De algún modo esto no es malo, solo es lo que es. Como dije al principio, el camino no es una recta ascendente, sino que por el contrario implica todas estas cosas e incluye volver hacia atrás para mirar ahora con nuevos ojos; podemos retorcernos de frustración o comprender que así es el camino, que es una nueva oportunidad y hacer lo importante: seguir con el juego.

 

La posada

Cuando se cae en esta casilla suele perderse un turno. Parar, parar es parte esencial del ir adelante. No se trata de tomar unas vacaciones de la vida espiritual, ni siquiera tomar vacaciones de los quehaceres ordinarios, sino más bien de trabajar de otra manera. Por ejemplo: la práctica de la meditación tiene dos aspectos importantes, uno es ver (vipassana) y el otro es parar (samatha). Y para poder ver con cierta claridad primero hemos de poder parar.

 

Parar es sosegarnos, pero sosegarnos no significa que logremos que nada perturbador nos ocurra, la vida es la vida, sosegarnos es convertirnos en recipientes más grandes.

 

También podríamos tomar la posada como una metáfora de ser huéspedes (huéspedes en la vida) y por lo tanto, esta casilla nos invita a conducirnos con cuidado. En ocasiones todo se torna demasiado familiar, una familiaridad falsa y bajamos los ideales, como dice el refrán "trabajando trabajando perdió el oficio". Hay que vivir la vida, y aún más el camino espiritual, como huéspedes y no está mal perder algún turno y sentirnos en la posada como lo que somos: huéspedes de paso. Somos huéspedes de la vida, demos las gracias

 

 

El pozo

Cuando se cae en esta casilla se pierden 2 turnos. El pozo es dispensador de agua, agua que está en el fondo y a veces es de difícil acceso. Sin agua no es posible vivir. Caer en el pozo..., cabría decir que caes en tus honduras, en lo que no conoces, y además hay agua "lo emocional". Quizás sea en el pozo donde escondemos nuestros dolores antiguos, donde se ocultan nuestras sombras, pero también ahí esta nuestro potencial, sin duda hay que bajar hasta allí. Tendremos la oportunidad de limpiar el pozo y así poder usar toda nuestra riqueza emocional para dar de beber a nuestra vida.

 

No estoy hablando de dramas, sólo lo son si no nos damos cuenta de que la verdadera naturaleza de este viaje no es llegar, es transitarlo "El camino es la meta" dice Ayya Khema.

 

Sales del pozo cuando dejas de desesperarte, te tomas el tiempo necesario (dos turnos dice la oca) para reconocer tus emociones, las torpes y las hábiles, te reconcilias con tus sombras, no para que se queden tal y como están, sino para rescatar la energía que está atrapada en ellas y poder seguir el viaje con más de ti mismo. Así emerges un poco más integrado.

 

Caer al pozo es parte del juego y no un maldito contratiempo en tu carrera.

 

Los dados

Cuando se cae en esta casilla se avanza o se retrocede a la otra con el mismo dibujo y se vuelve a tirar. Se suele decir: "De dados a dados y tiro porque me ha tocado".

 

Los dados están asociados con suerte ¿no? Quizás para andar el camino hace falta algo más que tú y tu fuerza de voluntad. Yo no lo llamaría suerte, ni azar pero tal vez comparta, hasta cierto punto, su naturaleza.

 

Los dados simbolizan para mí lo que Bhante llama "el poder de lo otro". En el ideal del bodhisattva, cuando se exploran las 6 cualidades que el bodhisattva va llevando a plenitud, Sangharákshita dice que Virya y Ksahnti forman una pareja. Mientras que virya es más activa, asertiva y creativa, kshanti es más pasiva, receptiva y quieta. Virya enfatiza la autoayuda, el valerse por sí mismo, el propio esfuerzo y kshanti intensifica la confianza y el apoyarnos en "las fuerzas externas". En la India se llaman a estas dos actitudes la del mono por un lado: el monito recién nacido se aferra fuertemente al cuerpo de su madre, él es quien hace el esfuerzo y la del gato por otro: el gatito se muestra indefenso y es su madre quien lo toma del pescuezo y lo trae y lo lleva. El enfoque del mono se asocia con sabiduría, el sabio confía en sí mismo y el del gato con devoción hacia un ideal superior.

 

Podríamos creer que el budismo es un camino fundamentalmente de autoayuda y que la devoción, el poder externo etc. quedan relegados a prácticas teístas, pero no es así. Ambas actitudes se equilibran. En mi opinión, no llegaremos muy lejos simplemente usando nuestra razón e intelecto; es necesario que participen las emociones y la mente inconsciente. El lenguaje de la razón, del consciente, son los conceptos y la referencia, somos nosotros mismos, lo que sabemos, lo que podemos hacer...y el lenguaje de las emociones y del inconsciente son los mitos, las leyendas y la referencia son los ideales, algo más allá de nosotros, más allá de donde moramos actualmente.

 

Los dados simbolizan un cierto nivel de entrega a los ideales, ya sean éstos representados por el buda histórico, por arquetipos o incluso por niveles más imaginativos de nuestra propia mente y de nuestra propia vida. Es receptividad espiritual y no hace falta ningún dios creador para que podamos abrirnos a los misteriosos influjos de la existencia, a los influjos de los símbolos arquetípicos, de nuestro propio potencial. Este "poder" (que no tiene nada que ver con el poder mundano sobre algo o alguien) no es ni propio, ni de lo otro, no está dentro ni fuera ni en ambos lados o en ninguno de ellos, pero existe. Como las meigas, haberlas, haylas.

 

El laberinto

Cuando se cae en el laberinto se queda atrapado y no se puede seguir avanzando hasta sacar un determinado número con los dados.

 

Dice Sangharákshita "No hay enseñanza más elevada sino compresión más profunda".

 

Quizás el laberinto represente esa tentación que Trungpa llamaba materialismo espiritual. El deseo de un maestro con renombre, de enseñanzas más sofisticadas, de querer alcanzar logros aparentes y poderosos. El laberinto de no comprometernos con nada e ir siempre a la pesca de no sé qué, aprendiz de todo maestro de nada. Un laberinto que puede parecer muy interesante pero que no lleva a ninguna parte, al menos no a ese estado de libertad, visión clara y alegría tranquila.

 

Otra idea que me surge y que efectivamente bien podríamos llamar un laberinto incluso como se dice ahora "un jardín" es institucionalizarnos. Me refiero a cierta tendencia de los individuos a caer vasallos de las ideas, opiniones o estilos de vida de las instituciones y crear dependencia de éstas. Esto es por desgracia bastante frecuente en religiones. Así, mientras que el objetivo sano de una organización espiritual es crear condiciones para que los seres humanos crezcan, cambien y sean libres, terminan volviéndose sobre sí mismas y sirviendo a su perpetuación y supervivencia y las personas terminan sumisas y dependientes de la institución. Para una idea mucho más amplia de este tema os aconsejo leer "Religión étnica y universal" de Sangharákshita, un pequeño libro estupendo.

 

Aunque de un laberinto ya sea de materialismo espiritual como de institucionalización cueste salir, se puede salir. El juego continua y casi la única condición es seguir con flexibilidad pero con constancia para darnos cuenta de que el problema de la institucionalización no son las instituciones sino que nosotros dejamos ir nuestra individualidad, la institución como "ente abstracto" no tiene mucho poder, son las personas quienes pueden intentar dominar y son las personas las transmisoras de las ideas y somos las personas quienes nos dejamos dominar. Y el verdadero problema no es que alguien quiera dominar, el verdadero problema es que te dejes.

 

 

La cárcel

En el juego de la oca cuando se cae en la cárcel suelen perderse 3 turnos.

 

El aspecto más relevante de estar en la cárcel es la privación de la libertad. De nuevo recurriré a un texto de Sangharákshita "Libertad - la senda budista-" para desarrollar este punto.

 

En este texto Sangharákshita explora Vimutti (el término budista para libertad) y nos dice que va más allá de mera libertad física o psicológica; nos dice que la verdadera libertad no puede existir sin visión clara. La libertad no puede darse a ciegas, es un estado muy avanzado en el camino y surge al romper lo que la tradición llama "las tres trabas". Al romper estas trabas nos convertimos en verdaderos individuos; solo un individuo verdadero puede ser libre.

 

Pero ¿cuáles son estas tres tabas?

 

La traba del hábito (hábito es la traducción que prefiere Sangharákshita pero generalmente se habla de "ideas fijas del yo"). Salir de esta traba consiste en dejar de identificarnos y apegarnos a ser un tipo de persona en particular "Así soy yo ¿qué puedo hacer?" podemos cambiar, en la existencia no hay nada fijo, podemos ser más creativos y conscientes, podemos liberarnos de los hábitos propios y de los del grupo.

 

La traba de la superficialidad (otra vez esta es la compresión Sangharákshita pero tradicionalmente se habla de apego a ritos y reglas éticas). Superficialidad significa sin profundidad ni sustancia. Es actuar a partir de lo superficial de nuestra persona, preocupándonos solo por la apariencia y no por el fondo. Romper esta traba significa actuar con todo el ser, con cuidado y consciencia, de una forma genuina y verdadera, significa comprometernos con nuestro desarrollo y no simplemente tomar el nombre de budistas o lo que sea.

 

La traba de la vaguedad (o duda e indecisión). No se refiere solo a una mera distracción u olvido, ni a una duda razonable, se refiere a una cierta vaguedad deshonesta.

 

Queremos vivir mejor pero no cambiar, queremos iluminarnos pero también seguir teniendo poder, queremos nadar y guardar la ropa. Romper esta traba conlleva definir con claridad nuestras prioridades y realizar el esfuerzo que requiere el camino.

 

Esto es la cárcel: nuestros hábitos fijos y repetitivos, sin nada o poca creatividad, nuestra superficialidad y terminar aparentando en vez de siendo, y la vaguedad o falta de compromiso verdadero. Esa es la cárcel que, en otras palabras, para mí es cuando me traiciono a mí misma. Cuando me traiciono a mí misma me quedo sin jugar.

 

 

La calavera o la muerte

Ubicada en la casilla 58, cuando se cae en la calavera o muerte, se vuelve a empezar desde la casilla 1.

 

Que la calavera sea la casilla 58, prácticamente ya en la meta, parece una broma tétrica. O no, se me ocurren dos ideas:

 

La primera: es que de alguna manera en la vida y en la vida espiritual, hay muchas muertes y nuevos comienzos. Pequeñas muertes que nos brindan sin embargo la oportunidad de volver a empezar, de reinventarnos, de jugar de nuevo, ahora con otro espíritu. Andamos pues un gran trecho del camino y en base a ello nuestro "yo" particular muere, pero aún no es la transformación definitiva, aún no es el despertar a la verdadera naturaleza de las cosas; es un gran paso, hemos realizado un gran viaje y ese viaje da como resultado morir y volver a nacer.

 

Sangharákshita habla de varias etapas en la vida espiritual: Integración, acción consciente y hábil, muerte espiritual y renacimiento, y receptividad. A lo largo del juego, del viaje del dharma, nos vamos conociendo más a nosotros mismos (integración horizontal) y también tenemos acceso a niveles más profundos de nuestro ser, sobre todo con la meditación (integración vertical); esto hace que el viejo "yo" muera y digamos un "yo más hábil" nace con nuevo brío, con más creatividad y más disponibilidad, con un corazón abierto y receptividad antes no conocida. Así tenemos que la muerte ya en la casilla 58 es una metáfora de una renovación de tal profundidad que se parece a una muerte y renacimiento, a un volver a empezar.

 

Para muchas personas existe un falso ideal de que "No cambie casi nada en la vida", de modo que el cambio que sugiere esta casilla tras un largo viaje puede parecerles un desastre, pero para mí no es así en absoluto. No me estoy refiriendo a cambios erráticos de dirección sin mucho sentido o por causas banales, sino a estar dispuesto a replantearte la vida y reorientarla en función de la nueva visión espiritual, de tus valores e ideales. De este modo morir es una gran oportunidad.

 

La otra: tiene que ver con la muerte misma, según la tradición budista (especialmente el budismo tibetano) al morir la conciencia se desliga de todos sus soportes y lo desconocido se abre ante nosotros, no siempre estamos preparados para asumir la intensa verdad de la existencia, sobre todo si no hemos tenido una vida que nos proporcionara suficiente integración, suficiente positividad y un acercamiento a cómo son las cosas, la muerte nos llenará de miedo: perdemos la identidad y además se abre ante nosotros algo muy muy bello pero desconocido y en gran medida excesivo, así que reaccionamos y nos vamos hacia lo conocido, lo cual, según el libro tibetano de los muertos, significa volver a nacer en condiciones muy parecidas a las previas a nuestra muerte, o en otras palabras, elegimos el samsara en vez de la libertad y volvemos a la casilla uno.

 

Al final de juego, al final de nuestra vida, si no hemos podido dar un salto cualitativo de consciencia y visión, simplemente no entraremos en el reino de la oca, sino que volveremos a empezar de nuevo sin mucha claridad y teniendo que repetir quién sabe cuántos patrones, cárceles, pozos y laberintos.

 

Así que esta casilla me está diciendo: aprovecha la vida, o como dijo Kavafis "permite que el viaje sea largo y detente, detente en cada puerto y aprender de los sabios y comprar hermosas mercancías, joyas y perfumes...". Solo si el viaje, si el juego te hace rico en experiencia y sabio entrarás en la meta, la meta en sí misma no es nada salvo esto.

 

 

Última casilla

El juego tiene 63 casillas y se debe llegar a la última con los puntos exactos, de lo contrario se retrocede tantas casillas como puntos sobren. Otra forma de llegar es cuando caes en la penúltima oca. El jugador va de oca a oca y por lo tanto gana.

 

¿Qué decir de la meta? Dice Sangharákshita que cuanto más relevante y especial es una cosa, menos se puede decir de ella, las palabras no hacen honor.

 

¿Qué es la iluminación? En el budismo tradicional el término es "bodhi" y significa "Despertar". Despertar del sueño ilusorio de la dualidad, de la separación, de un yo fijo y nada o poco cambiante. Despertar a la verdadera dimensión del ser.

 

De forma muy simple, podríamos decir que un Buda (todos nosotros podemos despertar y ser Budas) es alguien sabio, no en términos intelectuales sino en términos espirituales, es decir, alguien que conoce de forma directa los entresijos de la existencia, aunque como el Buda mismo puede no saber leer ni escribir. Esta sabiduría tiene otra cara: "bondad infalible"; un Buda ama aun cuando no hay ninguna razón para ello, y un tercer aspecto: tiene disponible toda su energía. Tanto el conocimiento directo de cómo son las cosas, como la bondad que de ello emana desbloquea todas las emociones, desata todos los nudos y nuestra energía resplandece y fluye sin obstáculos.

 

Eso es un Buda, alguien sabio, de bondad infalible y con toda su energía disponible. Esa es la meta de la vida espiritual.

 

Tal vez una de las aportaciones más relevantes del budismo como religión es que no marca una diferencia insalvable entre su fundador, como si fuera un dios todopoderoso, y los seguidores, sino por el contrario, viene a decirnos que podemos alcanzar lo mismo que el Buda alcanzó y superar lo que él superó.

 

El budismo dice que la evolución de las especies nos ha traído hasta aquí, hasta este nivel de conciencia que llamamos humano, hasta aquí los cambios han sido heredados como especie. La evolución continúa, pero ahora es una evolución de conciencia y no un mejor adaptarse al medio para sobrevivir. Se hace de forma individual, es decir, que no se hereda, tú tienes que querer hacerlo, tienes que querer cambiar, tienes que querer despertar, nadie puede hacerlo por ti. Esta evolución de conciencia es lo que para el budismo es la "vida espiritual".

 

Todo el juego, todo el viaje, consiste en eso, en seguir evolucionado y por eso la cárcel, el pozo, el laberinto, son parte de la vida espiritual, porque tenemos que aprender por nosotros mismos, con experiencia directa.

 

Dice la oca que hay que llegar con los puntos exactos, porque sin te salen más puntos te pasas y vas hacia atrás. ¿Qué puede significar esto?

 

Recuerdo ahora la historia con la que la tradición budista comunica la experiencia del Buda iluminándose: el mismo Buda se lo contó a sus discípulos y describió su experiencia de meditación penetrando en estados de conciencia más y más refinados y transcendentales, pero después, con toda esta experiencia regresa a su estado de conciencia humana, ahora plenamente sosegado, con pensamiento enfocado y claro, y es en este estado donde integra todo lo anterior, hace sentido pleno de ello y se transforma completamente. Se ha iluminado y lo sabe, ha superado todos los obstáculos y venenos y lo sabe. La limitada conciencia del "yo" ha sido transcendida, el Buda es plenamente consciente de ello y de lo que significa, ha vencido la muerte. Los puntos exactos.

 

La meta sin embargo no es el punto y final, no es el paraíso inamovible para siempre jamás. Se dice que esta meta "la iluminación" es lo más lejos que somos capaces de mirar y ver, es como la línea del horizonte, llegar allí es nuestra meta pero al llegar al horizonte todo continua, nuestra visión se amplia y vemos más allá todavía.

 

Nada quiso decir del Buda respecto a esto. Cuando se le preguntaba ¿Qué le pasa a un Buda después de su muerte física? No respondía. Pensó que ya era bastante complicada para la mayoría de nosotros la lejana línea del horizonte. Dijo además que ningún predicado, con los que normalmente trataba la mente ordinaria, eran aplicables al estado del despertar por lo tanto nada más había que decir. Enseñó el camino de cómo llegar a ese despertar, nos aseguró que al igual que él podíamos hacerlo, con nuestra llegada ya comprenderíamos por nosotros mismos todo lo demás.

 

Si te interesa jugar en el centro budista comenzamos un taller basado en este escrito pero que incorporara también a cada uno de los participantes para que, de diversas maneras, nos acerquemos un poco más a la compresión de qué es la cárcel, el laberinto, los dados, qué es la libertad para nosotros mismos.