La vieja

manos con malaYo estaba en Bodgaya con el grupo de peregrino de Valencia. Cada día íbamos al árbol Bodhi y pasábamos ahí varias horas. No sé bien en qué momento ocurrió pero empecé a fijarme en una mujer que cada día, delante mi, hacía postraciones. Era una mujer tibetana -deduzco ésto por el color de su piel, sus rasgos y su vestimenta-. Parecía muy vieja pero a la vez vigorosa.

Desde el primer avistamiento experimenté muy claramente su belleza, nada que ver con lo que en esta época moderna y en occidente entendemos por una mujer bella, por supuesto. Su piel, más que atrapar la luz y devolverla como si de un espejo pulidísimo se tratara, que es como dice la televisión que las mujeres hemos de tener el rostro, era la viva imagen de la tierra: curtida, arrugada, oscura, imperfecta, viva, muy viva. Y ese rostro, tal cual era, reflejaba infinitas más cosas y verdades que esos otros rostros que nos vende la cosmética.

Estaba ahí día tras día, siempre estaba ya ahí -y nunca se fue antes que yo-, delante justo de mi, bajo el árbol Bodhi y sobre una plataforma de madera. Llevaba como único complemento un pequeño trozo de tela y un mala. Unía sus manos y, en silencio, las movía hasta rozar su frente, la boca y el pecho, después todo su cuerpo descendía despacio pero con ligereza y caía sobre sus rodillas, se inclinaba hasta tocar la tierra con la frente, sobre su modesto trozo de tela. Antes de incorporase corría una de las bolitas del mala que reposaba en el suelo por delante de donde su cabeza rozaba y un poco al lado. Si ella me parecía bella, de hecho lo era, aquella forma de practicar suya: sencilla, inmediata, concentrada y a la vez muy en contacto con todo, me pareció auténtica, mágica y lo más hermoso que yo he visto.

Yo siempre quiero terminar, eso es un impulso muy fuerte en mi mente: comienzo algo, lo que sea, y de forma inmediata aparece un propósito: Terminar. Es como si la vida fuera una mera excusa para llegar a algún sitio, como si cada tarea, cada cosa, no fueran en si mismas sino que el propósito último fuera realizarlas, terminar, y quizás después de terminar pasara algo. La vida y todos sus quehaceres, eventos y experiencias aparece entonces como una colección de signos como éste :٧ , que deja claro que algo ya está hecho ,٧ hecho, ٧ hecho, ٧ hecho.

Pero la vieja, la llamo así con todo amor y respeto, no parecía ni haber empezado ni pretender terminar, lo que parecía era estar totalmente ahí. Simplemente. No obstante, contaba las postraciones con el mala, pero no era como si contara para llegar a una meta y terminar, no. Quizás era como si el número de postraciones fuera infinito y el conteo en realidad no fuera importante. A pesar de éllo ponía un exquisito cuidado al hacerlo, como si fuera parte de lo mismo, como si cada bolita avanzada fuera en realidad idéntica a la postración que acaba de hacer, y como si cada postración fuera lo único que ella tuviera que hacer, entero en si mismo y ligado íntima y profundamente a todo y cualquier cosa. Mi intuición me decía que la vieja estaba en dyana, yo creo que en primera dyana, es decir, en un estado verdaderamente humano, integrada, sin obstáculos: De pie llevaba sus manos a la frente, la boca y el pecho, descendía y su frente tocaba la tierra, a medio incorporarse, con gesto cuidadoso, corría una bolita, se erguía completamente y otra vez, y otra, y otra ¿Que más hay que hacer? Me pregunto.

Aunque hace semanas que regresé, la imagen de la vieja sigue viva en mi corazón, veo sus rasgos con nitidez y quiero seguir ese ejemplo. No quiero vivir mi vida como un medio, como si la realidad no fuera justo ésto, como si todo fuera a llegar después en algún otro momento, quizás después de haber llevado a cabo todas las tareas. Tareas que tiene que ver con el hacer pero también con el ser ¿Y vacuidad?. No quiero tampoco practicar así. Tal vez esté equivocada porque, ciertamente, el Buda dice que todo depende de condiciones: esto siendo eso llega a ser, pero el problema es la percepción, siento que errada, de tiempo, de separación, de tremenda diferencia ente el "esto" y el "eso". Así que hay que acabar con el "Esto" para que el "Eso" llegue a ser ¿Acaso semejante actitud no es precisamente samsara: Estar esperando que en algún otro momento, que nunca es ahora, pase lo bueno?

En estos día intento "quedarme", ser esa vieja, no como esa vieja, sino la vieja. Guardo las mañanas para meditar, canto el ti ratana vandana, preceptos, hago confesión, seguimiento de la respiración: ¡Ja, seguimiento de la respiración, como dice Bhante, seguimiento de la distracción! Quédate aquí Saddhakara quédate, si lo que hay aquí no está bien ¿a dónde podrás ir?. No hay sitio alguno donde huir, no hay paraíso. Hago postraciones y veo las bolitas ya pasadas y las que falta por pasar, ahora entiendo el porqué de esos compromiso de hacer 100.000 postraciones. Hago metta ¿Cómo haría metta la vieja?

Más o menos a esta misma hora, las 13'00h termino, y escribo un poco. Soy consciente de un enfado largo tiempo acunado, de un dolor por ese enfado, de un deseo cuya satisfacción siempre esta mas allá. Soy consciente de que "Esto", si me descuido, en vez de ser la causa de "Eso" no es más que el trabajo en lo eternamente echado a perder.


Me gusto

Me ha parecido muy interesante las reflexiones que haces ,respecto a todas las practicas que realizas .Pero claro y lo escribo desde el pensamiento de un principiante ,creo que estas dudando de que hacer para ser como la vieja ?o me equivoco .Puede ser que pienses que te has quedado estancada y te falta algo mas de otras practica? nose .Sacame de dudas puede que entendiera yo mal el escrito jejeje .
Pero me lo leere mas veces con mas detenimiento,me gusto much